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OPINIÓN/Oklahoma 148: El Metro

by Pablo Luna
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Por: Armando Enríquez Vázquez

*Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de MegaUrbe.

Oklahoma 148 es la dirección de la casa donde pase mi infancia y adolescencia, los textos de esta colaboración tienen que ver con esos años y las reflexiones que hago 40 años después.

El Metro de la Ciudad de México fue inaugurado el 4 de septiembre de 1969 por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz así lo dice la placa oficial que está en la estación de la glorieta de Insurgentes.

Los capitalinos sentíamos que ya formábamos parte del primer mundo, algo que dos años después comenzaría a desaparecer cuando la demagogia de melodrama de cuarta creó el tercer mundo para instalar a nuestro país desde la presidencia como el paladín de los pobres.

Para una gran parte de los mexicanos el Metro comenzó a representar la única opción para trasladarse a sus lugares de trabajo y con el tiempo, la ampliación de líneas y de estaciones un verdadero ahorro de dinero y sobre todo de tiempo.

Pero en un principio el Metro también fue una novedad que provocó el turismo chilango. En lugar de un museo había que ir a conocer al Metro y subirse en él, como quien se sube a una diversión en la feria de Chapultepec. Así conocí junto con mis hermanos el Metro ese mismo año. En realidad, debo aclarar que sólo recorrimos unas cuantas estaciones de la Línea 1 del transporte subterráneo de la Ciudad de México.

Mi madre, la mujer que ayudaba en la casa y tres de mis hermanos tomamos un taxi que nos llevó de la Colonia Nápoles a la estación del Metro Chapultepec. La curiosidad de mi madre quedó satisfecha y para nosotros fue una verdadera aventura viajar por un túnel que atravesaba parte de la ciudad, lo que lo hacía mucho más emocionante al trenecito de cualquier parque de diversiones. El brillante color anaranjado de los convoyes. El sencillo, claro y llamativo diseño para marcar cada estación y que años después aprendí que venía de la mente de un brillante diseñador gráfico Lance Wyman que también diseñó la iconografía para los Juegos Olímpicos de 1968, así como para varias empresas nacionales como La Moderna, la fábrica de pastas, el hotel Camino Real y el extinto supermercado De Todo, entre otras. El Metro era un presagio del gran futuro que esperaba a México.

Mis recuerdos se reducen al relumbrante tren anaranjado, que en su interior estaba impecablemente limpio con los asientos forrados en un plástico azul enfrentaba a los pasajeros y su luz artificial, que permitía adivinar la superficie de concreto del enorme e infinito túnel que encapsulaba al convoy entre estaciones. En aquella ocasión nos limitamos a sentarnos recorrer un tramo, salir del vagón cruzar para llegar al andén del tren que iba en sentido opuesto para regresar a Chapultepec y de ahí un taxi a la casa. Claro que la visita al nuevo medio de transporte colectivo no se repitió y quedó como la anécdota de quien va hoy a visitar una el lobby del edificio Manacar para ver el mural de Carlos Mérida que fue el telón del enorme cine que alguna vez estuvo en esa esquina de Insurgentes y Río Mixcoac, o a la vaca de cinco patas y tres ojos que alguna vez hubo en el zoológico de Chapultepec.

No volví a subirme al Metro hasta la preparatoria para ir a hacer un trabajo al Centro Histórico de la Ciudad. En esos años, finales de la década de los setenta, la necesidad de utilizar el transporte me llevó junto con un grupo de amigos en aventura, recorríamos estaciones de las diferentes líneas existentes en el momento por el simple placer de moverse en metro, salir en los extremos de las líneas y descubrir partes desconocidas de la ciudad. Así por primera vez la horrible arquitectura de la Terminal de Autobuses del Poniente en la estación Observatorio, la entonces ordenada de la estación Taxqueña. No llegamos ni a Pantitlán, ni a Cuatro Caminos, pero con el tiempo y la necesidad de ir al centro visite muchas en esos años. Vi los restos el resto de pirámide en Pino Suarez y la circular estación que es la glorieta de los Insurgentes. Los pasillos llenos de tiendas de comida en los enormes y amplios pasillos que hoy son franquicias en buena parte, pero durante las primeras décadas eran similares a puestos ambulantes de la calle con enormes pilas de tortas y otros alimentos para ser consumidos por los millones de personas que a diario se transportan en el Metro, y a pesar de ello hasta la llegada de los gobiernos de Izquierda a la ciudad que han tenido logros en otras aéreas, sin duda, el Metro era un transporte limpio.

El gran Chava Flores le compuso una de sus satíricas composiciones. Y años después Rockdrigo perdió al amor de su vida en la estación Balderas. Los boletos del Metro son objetos coleccionables y en los tianguis siempre hay alguien que vende diferentes ediciones, sobre todo desde que los miembros de la izquierda decidieron hacer un gran negocio personal con ellos imprimiendo diferentes versiones de manera frecuente, como sí se tratara de un vigésimo de la Lotería Nacional. El Metro ha sobrevivido a los terremotos de 1985 y 2017.

Las diferentes líneas servían no sólo a los nacionales, si no a turistas que se trasladaban de manera segura con sus backpacks, enormes mochilas de viajeros y cinturoneras sin peligro alguno. Durante los ochenta los únicos vagoneros, eran los que boteaban para mantener la huelga de Pato Pascual. El primer gran accidente del metro sucedió en 1975 cuando un tren de la línea dos, impactó con otro en la estación Viaducto. El segundo el año pasado en la estación Tacubaya. El primero fue motivo de una gran cobertura por televisión. El segundo se intentó minimizar por la misma administración del Servicio de Transporte Colectivo Metro que minimiza el incendio en el edificio central y que obligó a parar algunas líneas por varios días y de la importantísima Linea 1 por más de tres semanas.

La caída y deterioro del Metro y sus estaciones; escaleras que se desploman, escaleras eléctricas siempre siendo reparadas, pésima logística en el tránsito de los trenes, basura sobre la basura en los vagones, pintas y vandalismo, vagoneros atacando a pasajeros, puestos de ambulante en los andenes, conductores de los convoyes ebrios, todos han sido logros de la izquierda gobernando la ciudad en prejuicio, contradictoriamente, de las mayorías que necesitan transportarse a diario y cruzar la enorme ciudad. El reciente incendio y parón por tres semanas del transporte vital de esta enorme metrópoli y el desinterés de las autoridades, así como las pobres excusas de la persona encargada de la red nos demuestra que lo que menos importa a esta administración es la gente. La gente que votó por ellos.

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