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Lydia Cacho, una historia que se repite – Opinión

by Redacción
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Por Óscar Sànchez Márquez

La justicia en México tiene una deuda con las mujeres. Impunidad, corrupción, omisión, desdén, machismo y complicidad criminal, son solo algunos de los lastres del mal llamado aparato impartidor de justicia hacia las mujeres, niñas, adolescentes o adultas.

Un solo dato revela el tamaño de la deuda que México tiene con ellas.

Siete mexicanas son asesinadas cada día, solo un 25% de los casos son investigados como feminicidios, según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio.

La aprehensión del exgobernador de Puebla, Mario Marín, ocurrido la tarde del miércoles en Acapulco, Guerrero, inculpado en el delito de tortura en contra de la periodista Lydia Cacho, parece un acto de justicia, pero en el fondo muestra claramente como la ley sigue estando al mejor postor, máxime si la o las víctimas son mujeres.

Lydia Cacho, una historia que se repite - Opinión

Lydia Cacho, una historia que se repite – Opinión

La tarde del 16 de diciembre del 2005 Lydia Cacho fue detenida en Cancún, Quintaba Roo, por parte de elementos de la Policía Judicial del estado de Puebla, hasta donde fue trasladada vía terrestre (1500 kilómetros) para que respondiera por acusaciones de  difamación, por los señalamientos que hizo en su libro “Los Demonios del Edén”, en donde evidenció a una mafia de políticos y funcionarios vinculada al sistema gobernante, involucrados en delitos de pedofilia y explotación de menores con fines sexuales.

En ese acto de aprehensión y traslado vía terrestre desde Cancún hasta Puebla, la periodista sufrió vejaciones y actos de tortura, psicológica y física. Lo publicado en su libro molestó a hombres en el poder y éstos alimentaron y ejecutaron la idea de darle un “escarmiento” a Cacho. Por eso la acusaron de difamación.

Tuvieron que pasar 16 años para que esa vejación y la comisión de actos delictivos, como lo es la tortura en contra de la comunicadora llevara a la captura de uno de los autores intelectuales de la agresión, el ahora ex gobernador, Mario Marín.

El libro de Lydia Cacho desnuda al sistema político mexicano porque les puso nombre y apellido a aquellos que valiéndose del poder y de la impunidad que éste le concedía, agredieron sexualmente a decenas de niñas y niños.

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Uno de los integrantes de ese clan siniestro está en la cárcel, con pena reducida por la defensa jurídica que ha logrado pagar durante años, se trata del norteamericano Jean Succar Kuri.

Lamentablemente esa justicia, en deuda permanente con las mujeres, tiene más víctimas, también con nombre y apellido, que no lograron superar esos lastres de corrupción, impunidad, desdén, machismo e irresponsabilidad criminal.

El caso más reciente, que derivó en el asesinato de la víctima de agresión sexual, es el de Mariana Sánchez, una médica que ha sido revictimizada incluso después de su muerte.

Mariana fue asignada al corazón de la selva en Ocosingo, Chiapas, para realizar su servicio social; ahí fue víctima de acoso sexual, pero sus jefes inmediatos del sector salud nada hicieron, por el contrario, pasaron por alto la acusación y petición de traslado.

Mariana fue encontrada sin vida en el interior de un cuartucho que le fue asignado como vivienda en su condición de pasante. La madre de Mariana denuncio que su hija era acosada por un compañero de trabajo y que había sufrido una agresión sexual meses antes de su muerte. Su cuerpo fue incinerado sin el consentimiento de sus familiares, lo que incrementó las irregularidades en torno a su muerte, la cual fue catalogada anticipadamente y sin mayores elementos de prueba como suicidio.

Casos como estos hay muchos, lamentablemente, como el de Marisela Escobedo Ortiz, de 52 años, quien fue asesinada a quemarropa fuera de Palacio de Gobierno del Estado de Chihuahua, en diciembre de 2010.

La señora Marisela realizaba un plantón para denunciar negligencia criminal en la investigación de la desaparición de su hija Ruby Marisol Frayre, asesinada por su pareja, según aceptó él mismo, pero dejado en libertad por la justicia mexicana. Amenazas de muerte y acoso había recibido la madre que buscaba justicia, pero el Estado la abandonó y esto dio paso a que sicarios le quitaran la vida frente a la oficina del entonces gobernador César Duarte.

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Durante 2020, en México fue asesinada una mujer cada dos horas y media, en promedio, según revela el informe Violencia contra las Mujeres, dado a conocer ayer por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

El reporte muestra que el año pasado fueron asesinadas en forma dolosa 3 mil 723 mujeres; 940 fueron catalogados como feminicidio (asesinato por cuestiones de género), y los restantes 2 mil 783, como homicidio doloso.

Según las cifras de 2020, Morelos encabeza la lista como la entidad con mayor incidencia por cada 100 mil habitantes en feminicidios, con 3.14; Colima, con 3.04; Nuevo León, 2.39; Sonora, 2.01, y Veracruz, con 1.91.

El caso Lydia Cacho abre una esperanza, pero es solo eso, una esperanza.

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