Óscar Sánchez Márquez
Faltan exactamente 25 días para que se celebren las elecciones federales intermedias con las que se renovarán 15 gubernatura, la Cámara de Diputados Federal, así como miles de puestos a nivel local que en total suman 19 mil 915 cargos en todo el país.
A pesar de que se ha señalado insistentemente que esta es la elección más grande de la historia contemporánea de México, las campañas electorales, entendidas como el proceso de ofrecimiento de propuestas al ciudadano-elector, no se ven y lo poco que se observa son excesos de algunos candidatos, rostros viejos sin credibilidad y ofertas que rayan entre lo banal e insulso.
Frente a lo deslucido de estas campañas políticas, en parte opacadas por el ánimo que generan los momentos difícil post pandemia, no es extraño que el Ejecutivo Federal, con sus dotes de buen comunicador y estratega político -suma ya 20 años ininterrumpidos haciendo campañas- haya tenido que salir al quite, con todo lo que ello representa.

Esa intervención presidencial se presenta a manera de veladas o abiertas violaciones a la norma electoral, hasta la clara intención de hacer la política que los candidatos de su partido no han sabido ni han podido realizar. De la oposición en realidad no hay mucho que agregar, siguen extraviados en el momento y tiempo político.
En un análisis de la información que han generado las campañas en todo el territorio nacional y de la información que arrojan las muy contadas encuestas serias que se realizan, de acuerdo con la metodología mínima aceptada, esta es la fotografía política del proceso electoral a poco más de tres semanas de las votaciones.
1. La oferta política ha ignorado totalmente la necesidad económica, social y política que deja a su paso la pandemia de coronavirus. Nadie esta pensando en el qué sigue y por dónde hay que comenzar a recomponer y gestionar la nueva normalidad.
2.- El proceso electoral se convirtió en un espejo de la crispación política del presidente de la República con y frente a los otros actores claves de la sociedad; políticos partidos, empresarios y comunicadores. AMLO está en toda la narrativa comunicacional de los candidatos, pero los candidatos, todos, no ofrecen proyectos a seguir.

3- La ausencia de una propuesta social, económica y política de altura, prospectiva, ha ocasionado que la diatriba, el escándalo, la ocurrencia y lo grotesco ocupe el espacio en el que los ciudadanos esperaban ver propuestas en materia de seguridad, empleo, seguridad social, atención al problema de agua y atención a demandas sociales, como seguridad social y mejora de condiciones de vida.
Casi todos los partidos siguen regalando despensas, gorras y playeras u ofrecen ilusiones en formato de tarjeta digital, inservibles, por cierto, sin darse cuenta de que el mundo cambió.
4.- Los candidatos no prendieron en el interés del electorado y esto ha generado un desánimo colectivo por participar en las votaciones del próximo 6 de junio. El abstencionismo está a la vista.
A sabiendas de que el abstencionismo es un mal aliado del partido en el poder, en este caso MORENA, el presidente ha tenido que salir a hacer política y proselitismo, para alentar al ciudadano a que vote nuevamente por él y su propuesta de la 4T, es decir que Morena siga en el poder.

5.- La intervención de la Fiscalía General de la República, de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y todo el aparato jurídico de la presidencia, más los operadores estratégicos en el Congreso, como es el caso de Ricardo Monreal, en el Senado de la República, son una muestra clara de que la campaña que no se ve en las calles es la que éstas instituciones y funcionarios realizan 24 horas en el campo político para encausar la elección.
Para los próximos tres años el proyecto que defiende Andrés Manuel López Obrador, la 4T, depende del todo de que mantenga la mayoría en la Cámara de Diputados. La única forma de lograr esto es que el voto hacia los 300 candidatos de mayoría y a los 200 de representación proporcional que conformarían la nueva Legislatura Federal se logre con el apoyo desde la propia elección para gobernador. Y como ese arrastre electoral no lo están logran los candidatos, el presidente lo hace a su estilo, con sus formas, su táctica y, sobre todo, con todo el Poder que ahora tiene.