*No creo que los mexicanos merezcamos tanta estulticia al frente del país
Miguel A. Rocha Valencia
La verdad siempre creí que quien hoy es presidente de la República, era un sujeto con muchos complejos, además de mentiroso, vividor y vengativo, pero nunca pensé que en él podrían sumarse tanta estupidez, necedad e ignorancia.
Y que conste que sólo empleo el lenguaje que usa para ofender a periodistas y medios críticos, tono al que se suma la serie de lacayos y rémoras que viven del gobiernito en turno, donde algunos ya concentraron los vicios de los regímenes pasados, incluyendo, desde luego, grande dosis de corrupción.
López aprovecha los medios del poder para amenazar, chantajear, cobrar, impartir su justicia, ofender, descalificar, burlarse, acusar y condenar a quien él se le antoja, de una manera impune, pero a cambio, no quiere respuesta alguna, que alguien lo desmienta o desenmascare la corrupción, ineficacia y estulticia que protege con el manto presidencial.
Manto que está manchado con la misma suciedad que denuncia y en la cual nada su propia administración con latrocinios, tráfico de influencias, reparto de concesiones, enriquecimiento de sus hijos, hermanos, nueras y todos sus más cercanos incluyendo secretarios y colaboradores como Irma Eréndira, Rocío, Manuel, Alfonso, Zoé, Ana Gabriela o Rabindranath, por decir unos cuantos a quienes se les ha acusado con pruebas de enriquecimiento y uso abusivo del poder en diversas formas.
De eso no se le puede hablar o informar al pontífice de Palacio, que se siente reyezuelo paseando por las instalaciones que eligió para vivir. Quien se lo diga, corre el riesgo de ser crucificado y ofendido por sus lacayos como el gachupas de segunda “Taibo II” quien ni siquiera es capaz de darse su propia sombra, es como dice su seudónimo, de segunda. Un fraude intelectual que encarna una violación a la ley.
Ya sabemos que lopitos emplea el escándalo para intentar distraer la atención de sus fallas que son muchas y utiliza la agresión contra sus “enemigos” que, en este caso, somos los más de 60 millones de mexicanos que no votamos por él, es decir, la mayoría.
También sabemos que está irritado con él mismo porque no tiene la inteligencia para gobernar al país (pobrecitos de nosotros) y asume actitudes autoritarias para cumplir sus caprichos pues es dueño de la verdad.
Con ellos, nos polariza, no sólo divide al país, sino que transmite su rencor, frustraciones y odios a los de su especie para que arremetan contra quienes él señala o son los “enemigos” de clase. No suma ni resta, contrapone.
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Con esa estrategia se propone imponer un sistema de gobierno que antes de la pandemia ya estaba fracasado y se dedicó entonces a comprar adeptos con los programas sociales. Lo malo es que el cálculo le falló y a pesar de exprimir a los causantes, no le alcanza para cooptar más adeptos que le garanticen la continuidad del bodrio de proyecto (que ni él entiende) de gobierno donde no haya más pobres, pero no gracias a la generación de oportunidades, empleo, desarrollo y crecimiento, sino a través de programas a fondo perdido que pagarían los de siempre, los causantes cautivos.
Aunque no le va a alcanzar, por eso irá contra las demasías que reporte Banco de México, los fideicomisos y todo lugar donde haya un peso, pero no para invertir sino simplemente “gastar”, mientras la realidad económica del país nos habla de una caída del 17.1 por ciento del Producto Interno Bruto al segundo semestre, que se recuperaron en dos meses 90 mil, del millón 200 mil empleos formales perdidos.
Para la Organización para Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), México se convirtió en el país con la tercera peor contracción de su economía entre los países que conforman el G20 ya que dejó de generar el equivalente a un billón 300 mil millones de pesos.
Esto hará crisis el próximo año; en economía falta lo peor; en salud, con más de 71 mil muertos de Covid-19 (ni modo que no se acumulen las defunciones como quisiera el doctor López-Gatell) habrá que esperar el balance final, igual que terminar el año para saber cuántos difuntos más se suman a los cerca de 60 mil asesinatos.
A eso sumemos la caída de ingresos, aumento en los pagos de la deuda pública, baja en empleo y que ya se agotaron las reservas para contingencias presupuestales, para ver si le alcanza para sus proyectos que incluyen refinería, aeropuerto, tren y programas sociales.
