• En plena temporada alta, Washington baja del cielo 13 rutas mexicanas, mientras el gobierno de Sheinbaum promete que todo “seguirá volando”… al menos por tres meses más.
Ernesto Madrid
La relación bilateral entre México y Estados Unidos acaba de perder altitud. El Departamento de Transporte estadounidense (DOT) decidió revocar 13 rutas aéreas desde el AIFA y el AICM hacia ciudades clave de Estados Unidos, afectando directamente a Aeroméxico, Volaris y Viva Aerobus. Una medida que, más que un ajuste técnico, suena a castigo político con escala en la diplomacia y destino en la turbulencia.
El golpe llega justo antes de la temporada vacacional —diciembre a marzo—, dejando varados no sólo a turistas, sino también a una administración que confiaba en el cielo como símbolo de “transformación y soberanía aeroportuaria”.
“La decisión unilateral y sin previo aviso tendrá un impacto en miles de pasajeros norteamericanos y mexicanos”, lamentó Viva Aerobus, que verá truncados vuelos hacia destinos como Austin, Nueva York, Chicago, Dallas, Miami y Orlando.
Desde el sindicato de pilotos ASPA, el tono fue más institucional, aunque no menos inquieto. Exhortaron al gobierno federal a “actuar con responsabilidad, urgencia y visión estratégica”, recordando que defender la conectividad aérea no es una cortesía, sino un asunto de Estado. Traducido: si el cielo se cierra, el turismo, la inversión y la credibilidad también.
El secretario de Transporte de EE. UU., Sean Duffy, justificó la decisión acusando a México de haber “congelado ilegalmente” operaciones de una aerolínea estadounidense durante tres años, violando el Acuerdo Bilateral de Transporte Aéreo de 2015.

“Vuelo cancelado: turbulencias diplomáticas entre México y EE. UU.”
El castigo no sólo suspende los vuelos combinados desde el AIFA, sino que también prohíbe nuevas rutas y restringe incluso el transporte de carga, otro tema sensible tras la imposición mexicana de trasladar toda la carga del AICM al AIFA.
Los analistas ya comparan esta medida con la degradación de categoría aérea de 2021, estimando pérdidas de hasta 150 millones de dólares anuales y un nuevo golpe a la imagen del AIFA, el aeropuerto que debía ser símbolo de independencia, pero que cada vez se parece más a una terminal de vuelos cancelados por geopolítica.
En el fondo, la decisión estadounidense no sólo mide la gestión aérea mexicana, sino su capacidad de mantener acuerdos internacionales sin convertir cada negociación en un acto de soberanía mal entendida. La cancelación también exhibe las consecuencias del voluntarismo burocrático y la improvisación técnica disfrazada de política nacionalista.
Por su parte, la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) ofreció un consuelo a la mexicana: aclaró que la medida no será inmediata. “Si se confirma, entrará en vigor dentro de 108 días hábiles”, lo que suena más a tregua diplomática que a solución real. En ese lapso, las aerolíneas podrán operar “bajo las condiciones actuales”, mientras el gobierno promete más mesas de trabajo… y quizá menos vuelos.
El costo político para el gobierno de Claudia Sheinbaum es innegable: deberá equilibrar una crisis diplomática con Washington y evitar que la incertidumbre se traduzca en turbulencias económicas. Porque si algo demuestra este episodio es que, en materia de aviación, no basta con despegar: hay que saber mantener el vuelo.
@JErnestoMadrid
jeemadrid@gmail.com
 
			         
			        