• El presidente estadounidense decidió mover las piezas comerciales antes de tiempo: aranceles, revisión bilateral del T-MEC y hasta una declaratoria de guerra contra el narco. México, entre microacuerdos y macroincertidumbres, intenta no quedarse con el papel del convidado de piedra
Ernesto Madrid
Estados Unidos, Canadá y México habían pactado revisar el T-MEC en 2026. Pero Donald Trump, fiel a su estilo, decidió que esperar es para débiles. La revisión ya comenzó, y no en el formato original. Washington quiere hacerlo a su modo: negociaciones bilaterales que, traducido al castellano, significa presionar mejor a cada socio por separado.
Las razones de Trump suenan tan simples como efectivas:
1. Fragmentar para vencer. Así, Estados Unidos puede presionar a México en reglas de origen, energía y agro, mientras distrae a Canadá en otros frentes.
2. Aprovechar la asimetría. En un mano a mano, ceder se vuelve un asunto nacional, no regional.
3. Generar incoherencia regulatoria. Porque nada dice “integración comercial” como un tratado con reglas diferentes para cada vecino.
Mientras tanto, México, con Marcelo Ebrard al frente de los negociadores, se prepara con una carpeta de “microacuerdos” que intentan sonar estratégicos y con un guiño a Canadá para que no lo dejen solo en la pista. A la par, el cabildeo empresarial y sindical en Washington y Ottawa ya comenzó: quien llegue sin datos duros, perderá.
El Comité Independiente de Expertos Laborales sobre México (IMLEB, en inglés) del Congreso estadounidense acusó a las autoridades mexicanas de incumplir sus obligaciones laborales bajo el T-MEC, reveló este martes el Sindicato United Auto Workers (UAW).
UAW explicó en un comunicado que el Comité del Congreso determinó en un nuevo informe enviado a legisladores que “el T-MEC es un fracaso” si se mide el éxito del acuerdo “por la reducción de la brecha salarial entre los trabajadores mexicanos y sus homólogos norteamericanos”. En otras palabras, mientras en los discursos se presume justicia laboral, en la práctica el diferencial de sueldos sigue siendo el pegamento que mantiene competitiva a la maquila mexicana.
La aplicación de aranceles desde abril puso a prueba la resistencia del sector automotriz mexicano. Según Oxford Economics, el golpe real se sentirá en el último trimestre de 2025 y principios de 2026, cuando las empresas ya no puedan absorber las tarifas sin trasladarlas al consumidor.

T-MEC en revisión adelantada: Trump arma la mesa… pero sin invitar a México del todo
Por lo pronto, la incertidumbre por revisión del T-MEC ‘frena’ producción de autos en México que cae 6% en septiembre con un total de 355 mil 525 autos fabricados es decir, 23 mil 58 unidades más a lo registrado este año ante la incertidumbre generada por la próxima revisión del T-MEC.
De enero a agosto, la producción apenas creció 0.52% respecto a 2024, con Toyota, JAC, KIA, Ford, GM y Nissan dando oxígeno, mientras Volkswagen, Mercedes-Benz, Mazda y Stellantis se desploman a doble dígito. General Motors perdió 35% de utilidades en un trimestre, y Stellantis se hundió con 2,680 millones de dólares en pérdidas. Pero, claro, todo “bajo control”.
Por si fuera poco, Trump notificó al Congreso que EU libra un “conflicto armado no internacional” contra los cárteles, a quienes ahora llama “combatientes ilegales”. Traducido: la Casa Blanca se reserva el derecho de atacarlos como si fueran una milicia enemiga, aunque estén en el Caribe o, eventualmente, en territorio mexicano.
Para expertos, como el abogado internacionalista Jaime Ortiz, esta nueva categoría legal abre la puerta a operaciones encubiertas que podrían redefinir la relación bilateral. En los hechos, ya se documentan ataques a narcolanchas en el Caribe, justificados como defensa nacional.
Y mientras la DEA reporta que el Cártel de Sinaloa y el CJNG tienen una “capacidad de cooptación institucional” que no necesita traducción, nombres como Ovidio Guzmán, Caro Quintero y los Zambada se convierten en piezas de un tablero más grande: los tribunales federales de Estados Unidos, donde los narcoacuerdos empiezan a exhibir las costuras entre crimen organizado y poder político en México.
La revisión adelantada del T-MEC, los aranceles que ya exprimen a la industria automotriz y la declaratoria de guerra legal contra el narco forman parte de una misma estrategia: Trump coloca las fichas, y México juega a no perder demasiado.
La pregunta no es si habrá costos, sino quién los pagará primero: los consumidores, los empresarios o los políticos que aún insisten en hablar de “soberanía” en plena tormenta comercial y de seguridad.
@JErnestoMadrid
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