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Salud y dinero, el paradigma poscovid

por Redacción
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Oscar Sánchez Márquez

Nunca como ahora se había hecho tan presente el cruel paradigma del dinero y la salud en el contexto post pandemia. Los países ricos que se han hecho más ricos con la aparición del coronavirus y la generación de vacunas para intentar paliar la pandemia, frente a naciones  pobres cuya población ha perdido casi todo y a quienes solo les queda desesperanza.

La farmacéutica estadunidense Pfizer y su aliada alemana BioNTech estiman ganancias al cierre del 2021 del orden de los 33 mil 500 millones de dólares, principalmente por la producción y venta de su vacuna en contra del coronavirus.

Tan solo en los primeros seis meses de este año sus ganancias netas suman 10 mil 400 millones de dólares, y sus expectativas son de mayores ganancias por la  posibilidad creciente de que se autorice una tercera vacuna de refuerzo y su aplicación en a menores de 18 años en muchos otros países más allá de Estados Unidos, Emiratos Árabes y Francia, donde ya se autorizó.

Los directivos de esta empresa  están más que felices porque el valor de sus acciones ha aumentado en términos concretos más del 14 por ciento en lo que va del año, y porque al cierre del año esperan haber concretado la venta total de 2 mil 100 millones de dosis, aunque la cantidad podría llegar a los 3 mil millones de dosis, por el surgimiento de nuevos contratos en los próximos meses.

Para dar una idea del negocio multimillonario que ha representado la pandemia de coronavirus para Pfizer y su socio alemán BioNTech, es necesario considerar que al mes de junio pasado la compañía había distribuido ya a nivel global mil millones de dosis de su vacuna identificada como BNT162b2. Y se frotan las manos ante la autorización de la tercera vacuna.

En el otro extremo, lamentable por donde se quiera observar, se encuentra la crítica situación de aquellas naciones que no han tenido acceso a ninguna o casi ninguna de las vacunas que hay en el mercado farmacéutico, lo que representa riesgos a la salud y a la vida de millones de personas.

Cuando Pfizer hace públicos sus reportes financieros y detalla sus  ganancias millonarias, por supuesto que da por hecho que los países con posibilidades económicas son los que seguirán adquirido sus dosis de vacunas. Pero nada dice acerca de aquellas naciones que carecen de los recursos mínimos para tener acceso a sus biológicos.

Es  la globalización en su máxima expresión.

 Las vacunas, un recurso que hoy puede ser producido en la India y aplicado en Alaska o la Patagonia en cuestión de horas o días, responde a ese mecanismo del comercio global, pero también es evidencia de que la globalización genera una gran desigualdad porque el acceso lo tienen garantizado los países ricos, los que tienen y pueden pagar al momento.

Con datos obtenidos en la plataforma www.ourwordindata.org, hoy se sabe que, hasta el pasado 13 de julio, según reportes oficiales aportados por los gobiernos de cada país, el 25 por ciento de la población mundial ya ha recibido al menos una dosis de la vacuna anticovid19. Sin embargo la cobertura es profundamente desigual.

El continente africano es la región con menor nivel de vacunación, prácticamente nada. Países como Chat, Tanzania o Burkina Faso no han recibido ninguna vacuna. De hecho esta región del mundo representa solo el 1 por ciento  de la cobertura mundial de vacunas, lo cual es vergonzoso e inhumano.

Por el contrario, los Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido, Estados Unidos, Alemania, Israel, Dinamarca, entre otros países, alcanzan tasas de vacunación que van de 90 a 160 casos por cada 100 habitantes, es decir en muchos países ya están o ya concluyeron  la segunda vacuna y analizan la necesidad de una tercera dosis.

América Latina es otro ejemplo de desigualdad tratándose de vacunación en contra del coronavirus. Según la plataforma Statista y datos obtenidos de la página www.ourwordindata.org, Chile registra una tasa de vacunación de 125.83 por cada 100 habitantes; Uruguay 123.4 sobre 100 habitantes; Argentina 54.47; Brasil 53.85; Colombia 41.52; México 39.32 y Ecuador 31.85 por cada 100 habitantes.

El nuevo paradigma que queda  nuevamente al descubierto es la desigualdad que representaba ya la globalización, situación que se hizo aún más critica por los efectos económicos y sociales de la pandemia de coronavirus.

Por esta razón, es más que necesario el debate que se ha abierto a nivel internacional respecto a si debe proceder  o no la autorización a la farmacéutica Pfizer para que pueda vender y distribuir una tercera dosis de su vacuna, que seguramente irán a las naciones con recursos económicos,  mientras que las naciones pobres y muy pobres, como las indicadas líneas arriba han tenido una sola vacuna.

Hay elementos argumentativos que entran en la vertiente moral y ética, sobre todo si un tema  de cobertura de  vacunación debe priorizar una tercera dosis de refuerzo para evitar mayores efectos en contagios o si se debe atender ya, de manera solidaria y humanitaria a naciones principalmente africanas que no han recibido una sola dosis o, lo que es peor, que no saben cuándo tendrán una.

Este binomio perverso, dinero y salud, fue puesto de manifiesto en la reciente reunión del G20, celebrada en Italia, en donde los representantes de las economías más grandes del mundo, es decir los países ricos, externaron su preocupación de que la  recuperación económica a nivel mundial está amenazada por el retraso en la distribución de las vacunas.

Pero nada dijeron de cómo agilizar vacunación en naciones cuya población vacunada es apenas del 1 por ciento o menos, como está documentado.

Sin embargo, cobra más sentido el exhorto que hizo hace unos días el presidente de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adharon Ghebreyesus, para que las naciones ricas donen vacunas a las naciones pobres. Sería un acto de justicia, de solidaridad pero, sobre todo, humanitario.

Las vacunas deben ser colocadas a la población de todo el mundo, sin demora. Almacenarlas, resguardarlas, distribuirlas con fines políticos, electorales o ideológicos, no solo es criminal, sino perverso, ante la magnitud con que crece la variante Delta y el rezago que hay todavía en muchas partes del mundo.

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