Este 15 de junio se celebra el 133 aniversario del nacimiento del poeta zacatecano Ramón López Velarde; y el 19 de junio el centenario de su fallecimiento.
Su obra es recordada por instituciones y publico en géneral, como una de las voces más influyentes de la poesía mexicana.
También de la publicación de su poema La suave patria, texto considerado un hito en la historia de la poesía mexicana.
El autor dejó para la posteridad El son del corazón, que se publicó hasta 1932, así comi un libro en prosa, titulado El minutero, editado por sus deudos en 1923.
La obra de Ramón López Velarde ha sido comentado por personajes de la literatura de habla hispana como Xavier Villaurrutia, Octavio Paz, Gabriel Zaid, Juan José Arreola, José Emilio Pacheco, Jorge Luis Borges, y Juan Villoro.
Del poema “El viejo pozo”, Juan Villoro comentó que su obra también es un “compendio de ilusión y de históricas pequeñeces”.
Es una de las características centrales del estilo literario y brillantez con que logró expresar experiencias personales, para vincularlas a constructos sociales amplios como la misma patria.
Para José Emilio Pacheco, con López Velarde “termina admirablemente el Modernismo en su capítulo mexicano, pero también empieza, aunque en un sentido diferente”.
Su nacimiento, en 1888, coincidió con la aparición de Azul…, la primera gran obra del modernismo latinoamericano, escrito por el nicaragüense Rubén Darío.
Influenciado por una nueva vitalidad en la literatura, pese a su formación católica, Ramón López Velarde supo transgredir los límites entre la inmaculada religión y el paganismo para hablar de forma íntima sobre el amor.
Su primera obra, La sangre devota, se vislumbra como una cuestión que problematiza el amor no consumado, como una llama que sin abrazar, evita consumirse.
Zozobra, su segundo y último libro publicado en vida, describió la “íntima tristeza reaccionaria” del “retorno maléfico” a un “pueblo que se calla en la mutilación de la metralla”.
Clara referencia a los estragos de la violencia de la lucha revolucionaria y contrarrevolucionaria.
En 1914, recuerda Juan Villoro, cuando salió el mencionado libro, se entremezclaron los ideales revolucionarios, con el catolicismo y la tristeza en imágenes fabuladas de “foscos mílites revolucionarios cambiando espadas por escapularios”.
Ramón López Velarde dejó constancia de su cercanía ideológica con Francisco I, Madero en El Regional de Guadalajara.
En sus palabras: “Al proclamar el antirreeleccionismo, fue una actitud caballeresca, un gesto bizarro, una palabra de justicia”.
Al poeta, la independencia política le pareció poco usual y siempre lo estimó honrado, pese a las críticas que también se permitió publicar.
En reconocimiento a su legado, el Senado de la República aprobó la inscripción en letras doradas, en un espacio de los muros del Salón de Sesiones.
La leyenda es: “Ramón López Velarde, poeta de la patria”.
Por su parte, el Cabildo del municipio de Jerez aprobó que sea el bellísimo Teatro Hinojosa la sede de la Sesión Solemne que dé inicio a las actividades por su centenario luctuoso.
Las nuevas generaciones de lectores encontrarán en sus versos sorpresas que maravillan y embelesan; que infunden en el espíritu amor a una patria tierna y frágil, que representa la dignidad de quienes la conforman.
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