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¿Quiénes fueron los marros?

por Redacción
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Por Marco A. López Cano

Por la mayoría es sabido que José Antonio Yépez Ortiz es el “Rey del Huachicol” en la zona del Bajío, se sabe que es responsable de la comisión de una serie de homicidios, descuartizamientos, ejecuciones secuestros, extorsión y otros delitos en varios municipios de Guanajuato y otras zonas de la región centro del país, en general, fue el azote y piedra en el zapato del gobernador de la entidad, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo.

Sin juzgar ahora cómo será la recomposición del crimen organizado en el bajío mexicano porque tanto como en el narcotráfico como en la política y la policía no hay espacios vacíos, sino rotación de mandos, es claro y lógico que las plazas de influencia de “El Marro” no quedarán acéfalas, sino que serán un festín de disputa a sangre y fuego entre otras bandas criminales de la zona.

Mientras, por parte de las fuerzas federales y estatales debe estar claro que esto no es el fin de la lucha contra el crimen organizado, es apenas el principio de una nueva etapa de combate en cuanto a huchicoleo y otros delitos se refieren en una espiral que de manera inefable a veces irá hacia arriba o hacia abajo, pero que siempre será una tarea inacabada.

Pero la intención de este artículo, más allá de ahondar en el perfil delictivo del líder del Cártel de Santa Rosa de Lima y del significado de su detención en cuanto a política de seguridad nacional se refiere, es más bien enfocado a lo político porque al final esta captura no es casual ni fortuita, sino resultado de un trabajo coordinado en donde nadie “tuvo que ser marro” para cooperar.

Usando en sentido coloquial la expresión de “no seas marro” que aplica cuando alguien no quiere cooperar para determinada causa o es tacaño para prestar algo para determinado fin, hubo antes de la captura quienes no hicieron nada en un afán de ser proactivos en la detención de este líder criminal que asoló a varios municipios de la entidad y zonas aledañas en un baño de sangre y fuego.

A ciencia cierta tanto fueron tanto el presidente López Obrador como el gobernador Diego Sinhue Rodríguez Vallejo quienes “fueron marros” en ser parte de la solución de un problema que, a todas luces, era conveniente resolver, sobre todo, porque la sociedad civil fue la que más caro pagó, mientras “El Marro” no estuvo detenido y tenía puesta de rodillas a la entidad.

Aunque en el mismo sentido, pero inverso, ambos fueron marros, porque ni López Obrador ni Rodríguez Vallejo estuvieron prestos a enfrentar este problema de seguridad al estar divididas las fuerzas federales de las estatales, sino hasta que hace dos semanas el presidente López Obrador hizo una gira de trabajo por la entidad en la que después de reuniones se acordó un trabajo conjunto para capturar al líder del Cártel de Santa Rosa de Lima.

Con esto, más allá de las implicaciones de la detención de este líder criminal, la lección que deja la captura de José Antonio Yépez Ortiz, es que nadie en el afán de tener un país más seguro, aunque la delincuencia nunca será un fenómeno acabado, nadie debe ser “marro” y cooperar sin sesgos políticos cuando de mantener la paz en el país.

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