México ha vivido en las últimas 72 horas episodios inimaginables relacionados con el proceso de discusión y aprobación de la reforma al Poder Judicial Federal
Por Óscar Sánchez Márquez
“El poder corrompe no por lo que da, sino por lo que quita: la lucidez moral. Quien busca el poder para servirse de él, termina destruyendo lo que dice querer salvar.”, escribió el Nobel de Literatura Octavio Paz en ensayo “Los hijos del Limo”, en 1974.
A lo largo de su obra, Octavio Paz analiza la naturaleza del poder y su efecto corruptor.
Se trata de una tragedia que rodea al personaje que construye ese poder absoluto y corruptor porque termina por sucumbir ante los efectos de lo que ha creado. Es, además, una gran contradicción en la vida de esos hombres que promovieron revoluciones y transformaciones y terminaron repitiendo excesos y abusos propios del poder absoluto.
Las ideas del Nóbel de Literatura siguen hoy más vigentes que nunca y merecen un repaso y análisis a la luz de la actualidad y de los hechos recientes, no inéditos, pero sí sorprendentes para muchos, porque se creían ya superados. Hablo del poder absoluto en una sola persona, para todos los fines y en todas las circunstancias, al costo que sea.
México ha vivido en las últimas 72 horas episodios inimaginables relacionados con el proceso de discusión y aprobación de la reforma al Poder Judicial Federal, acontecimientos que, por paradójico que parezca, pareciera que intentan revivir las páginas negras del presidencialismo omnipresente y omnipotente y del partido del gobierno que no dialoga, aplasta; que no une, confronta, no cercano a la sensibilidad de una sociedad, sino prepotente y arrogante; en sí, actitudes y acciones de eso que Octavio Paz identifica como la pérdida de la lucidez moral.
Lo altamente significativo de los acontecimientos que derivaron en la aprobación, la madrugada del miércoles 11 de septiembre, no es la actitud miserable de los senadores del PAN, Miguel Ángel Yunes Márquez y Miguel Ángel Yunes Linares, titular y suplente por el estado de Veracruz, ni por la actitud cobarde del campechano del movimiento Ciudadano Daniel Barreda.
Tampoco por el lanzamiento de gases lacrimógenos a los estudiantes y trabajadores del propio Poder Judicial inconformes con la reforma, mucho menos el chantaje, el cinismo y la amenaza como vía de sumisión política con que se actuó en todo el proceso legislativo. El fondo es que todo eso fue auspiciado, tolerado y hasta justificado por los representantes máximos del régimen en el gobierno, que, parafraseando a Octavio Paz, han perdido la lucidez de lo moral.
La historia nos muestra el resultado obtenido por múltiples personajes que hicieron a un lado sus anhelos y cayeron en la tentación de acumular el poder al costo que fuera para, en apariencia, seguir en la construcción de sus ideales, aunque estos se fueron desdibujando frente al pueblo al grado de transformarse en modelos totalitarios.
En la Rusia de Stalin el poder de su líder generó una purga y confrontación de opositores ideológicos y políticos, dando pie a una guerra fratricida que acabó con el alma de una nación.
Hoy Bladimir Putin muestra su capacidad para manipular el sistema político ruso y mantenerse en el poder, aunque su discurso pronacionalista y reivindicador del poderío imperial sea su carta de presentación ante su nación.
La Italia de Benito Mussolini vivió en carne propia el resultado de sueños imperiales. El dictador provocó una guerra desastrosa y arrastró a su país al colapso.
Kim Jong-Un, heredero de un régimen totalitario, ha consolidado su control absoluto, usando el miedo como arma política, lo cual lo asemeja a los dictadores literarios de George Orwell, descritos en su libro “1984”.
En nuestro país la aprobación de la reforma al Poder Judicial ha puesto al descubierto muchos de los actos propios de la naturaleza humana que han dado paso a tragedias nacionales. Me refiero a la mentira, la impunidad, la negociación de la aplicación de la ley e incluso el olvido de actos criminales. Todo a costa de obtener una mayoría de votos favorables al cambio de régimen jurídico del país.
La pérdida de la lucidez moral, esa gran advertencia premonitoria de Octavio Paz cobra hoy mayor vigencia no sólo sobre los peligros inherentes al poder en sí, sino sobre el proceso mediante el cual los individuos, al buscar el poder con fines supuestamente altruistas, acaban perdiendo la capacidad de discernir entre el bien y el mal, entre los fines y los medios.
George Orwell nos hace recordar a esa figura literaria de “El Gran Hermano”, que acumula poder y más poder, pero no para bien, sino para despojar a la sociedad de su libertad y dignidad. El control político se convierte en el fin último.
En todos estos casos, el poder político llevado al extremo y sin límites concluye inevitablemente en una tragedia, tanto para los gobernantes como para sus pueblos.
Finalmente, MORENA, partidos aliados y “tránsfugas” convenencieros aprobaron la Reforma al Poder Judicial y comenzó, con la misma prisa y arrogancia política, la ratificación en los Congresos locales. El fin se ha logrado, sin que importaran los medios. Por el contrario, el presidente de la República justificó incluso el voto de los Yunes Márquez y Yunes Linares. Las personas cambian, argumentó con una simpleza ramplona o un maniqueísmo crónico.
Un costo demasiado grande el que deberá pagar y que ya asumió la presidenta entrante, Claudia Sheinbaum Pardo, quien sin haber tomado posesión oficialmente del cargo ya marcó su sexenio.
Por Oscar Sánchez Márquez
Especialista en comunicación política
@delvalle1968