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Entre la mezquindad y la oportunidad

por Redacción
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• Estados Unidos espera la autorización de México para poder subir al buque escuela Cuauhtémoc para iniciar sus investigaciones y entrevistar a la tripulación

Ernesto Madrid

La presidenta Claudia Sheinbaum calificó de “mezquindad” las críticas dirigidas a la Secretaría de Marina (Semar) y al gobierno federal por el lamentable accidente del Buque Escuela Cuauhtémoc, ocurrido en el puerto de Nueva York. Dijo que no se debe politizar una tragedia, y defendió tanto a la institución como a la tripulación, destacando que se trataba de un evento abierto al público.

Hasta ahí, el discurso parecía razonable. Pero lo que resulta inusual —por no decir preocupante— es que, por primera vez en sus 36 años de servicio, esta embarcación emblemática fue escenario de propaganda política en favor de Morena.

Que quede claro: el uso del Buque Cuauhtémoc para promover la elección judicial no tiene una relación causal directa con el accidente, pero sí plantea una inquietud legítima. En más de tres décadas, este símbolo flotante de diplomacia naval ha navegado por 64 países, atracado en 212 puertos y dado 35 vueltas simbólicas al planeta sin haber sido utilizado nunca para actividades partidistas. Hasta ahora.

En videos difundidos en redes sociales, simpatizantes de Morena grabaron mensajes dentro del buque —horas antes del accidente— llamando a votar en la consulta judicial del 1 de junio. Uno de ellos, identificado como Ulises, alentaba a “cambiar el Poder Judicial”. Incluso mencionaron nombres: Isaac de Paz y Lenia Batres, ambos afines al oficialismo y aspirantes a la Suprema Corte.

Entre la mezquindad y la oportunidad

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La pregunta es válida: ¿Es aceptable que una embarcación militar, operada por la Marina Armada de México y representando al Estado mexicano en el extranjero, sea utilizada como plataforma de propaganda? Y más aún, ¿bajo el pretexto de que “la gente puede subir al barco” en visitas públicas?

La presidenta buscó deslindar a la Semar de cualquier responsabilidad, diciendo que esas expresiones “no deben atribuirse” a la institución. Pero lo cierto es que ya se volvió costumbre en este sexenio ver cómo se borran los límites entre gobierno, partido y Estado.

Mientras tanto, el gobierno de Estados Unidos, a través de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), espera la autorización de México para subir al Cuauhtémoc y entrevistar a la tripulación como parte de su investigación. Hasta ahora, se sabe que el buque solicitó apoyo de un remolcador para zarpar del muelle 17 el sábado 17 de mayo por la noche. Sin embargo, las maniobras fallaron y a las 20:24:45, el Cuauhtémoc colisionó con la parte inferior del puente de Brooklyn. El saldo: dos mexicanos fallecidos —una cadete y un marino— y varios lesionados.
“No especularemos”, dijo Michael Graham, representante de la NTSB. La investigación aún está en fase preliminar, pero incluirá la revisión de los protocolos tanto del buque como de los remolcadores.

En cualquier otro contexto, esto habría sido una lamentable tragedia náutica. Pero el uso político del buque ha encendido una chispa que no se puede ignorar. No es mezquindad señalarlo. Es sentido común.

Cuando el gobierno convierte cualquier espacio —terrestre, aéreo o marítimo— en trinchera electoral, incluso los símbolos más respetados se ven arrastrados al oleaje de la política. Y a veces, como ocurrió en Nueva York, ese oleaje puede chocar con algo más sólido: la realidad.

@JErnestoMadrid

jeemadrid@gmail.com

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