Por Oscar Sánchez Márquez
No habían transcurrido ni 24 horas del triunfo arrollador de Morena en las elecciones del 2 de junio cuando el mundo del dinero, el poder real, le mandó un primer mensaje a la candidata ganadora Claudia Sheinbaum Pardo. “Aquí estamos”, parece ser el mensaje, a manera de advertencia ante cualquier intento de cambiar las reglas económicas y financieras.
El peso mexicano sufrió una severa depreciación y las acciones de importantes agentes financieros en el mercado de valores perdieron más del 6 por ciento en el transcurso de la mañana del 3 de junio, como consecuencia de ese nerviosismo que provoca un gobierno de mayorías absolutas que, se teme, implemente cambios constitucionales que pongan en riesgo la inversión extranjera y también la nacional.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Economía, durante el primer trimestre del 2024, la Inversión Extranjera Directa (IED) en México fue de 20 mil 313 millones de dólares, de los cuales prácticamente el 50 por ciento son inversiones procedentes de Estados Unidos.
Dicho de forma más clara: el dinero, el dinero de a deveras, el que sostiene en gran medida la economía mexicana a través de las grandes inversiones, que representan a la vez empleos, salarios, ventas, importaciones, exportaciones y en sí el dinamismo de la economía del país, hicieron su primera llamada de alerta.
Alerta que tuvo que atender ya la propia candidata ganadora. De qué otra forma se puede entender que el propio presidente López Obrador haya tenido que adelantar que el próximo secretario de Hacienda, es decir, del nuevo gobierno que encabezará la Dra. Sheinbaum, será el mismo del actual gobierno, el Dr. Rogelio Ramírez de la O, a quien le dieron indicaciones de que saliera urgentemente a calmar el nerviosismo de los señores del dinero.
Ramírez de la O, en un brevísimo mensaje de apenas 2 minutos, transmitido a través de una plataforma virtual, dijo muchas cosas que merecen una atención especial en los siguientes días y meses.
El dinero no tiene ideología – Opinión
Primero, que ya no será un año el que continuará como titular de Hacienda, como era del conocimiento público hasta antes de las elecciones, sino que ahora habló de una permanencia” “indefinida” en el cargo, lo que deja entrever una especie de imposición de facto en el equipo de la candidata ganadora.
Segundo, dijo que, como el principal responsable de las finanzas del país, el buscará “refrescar” la comunicación con los organismos financieros internacionales y los grandes grupos financieros que tienen y hacen negocios en México, un mensaje que contrasta con el rechazo de López Obrador a sobredimensionar la importancia a los grupos y agentes extranjeros. Ahí un cambio de paradigma.
El dinero, los dólares, no tienen preferencia por ideología, color partidista o discurso político, queda claro y más vale que le haya quedado claro al equipo de la candidata ganadora de las elecciones presidenciales. El dinero está y se quedará en donde haya condiciones para su crecimiento, independientemente de la ideología del gobierno el turno.
Por ello tuvo que salir de inmediato Ramírez de la O a ofrecer que el nuevo gobierno respetará las reglas del juego económico y financiero, ya que él habrá de trabajar por respetar la autonomía del Banco de México, generar certidumbre para los inversionistas y mantener las condiciones que permiten una participación apegada a derecho, sin sorpresas ni madruguetes.
Llamó la atención, por cierto, que ese mensaje haya sido directamente transmitido por el secretario de Hacienda actual y virtual nuevo secretario de Hacienda en el gobierno de Claudia Sheinbaum. No fue López Obrador, como se hubiera pensado, quizá porque su discurso no hubiera tenido el mismo efecto apaciguador, sino por el contrario.
El gran capital, el de las grandes empresas trasnacionales que operan en México, no les gustó el triunfo absoluto de MORENA, porque, perciben, que el entorno de sus negocios se puede ver alterado, ya sea a través de nuevas disposiciones financieras, económicas y comerciales, hasta reformas constitucionales que cambien las reglas del juego, como por ejemplo que las instituciones democráticas del país, la integración y el funcionamiento independiente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por ejemplo, pase a control absoluto del presidente en turno vía el aval legislativo de MORENA que es el nuevo partido de Estado.
El mensaje es claro. El capital estará vigilante de las decisiones políticas del gobierno saliente y sobre todo del entrante. En cuanto vean riesgos inminentes a sus inversiones, podrán apretar el botón y trasladar todos esos activos a otro país, con todo lo que ello implicaría para nuestro país.
