De no atender de fondo el problema del colapso educativo, la pobreza mundial se agravará a niveles nunca vistos.
Por Óscar Sánchez Márquez
Los “focos rojos” se han encendido a nivel mundial frente a lo que ya se advierte es el colapso educativo derivado de la pandemia de coronavirus, la Covid 19.
Para el ciclo escolar que de acuerdo al calendario tendría que iniciar en unos días más, el mundo se mueve entre la incertidumbre, el miedo, la ausencia de eficacia política y desdén de parte de muchos gobiernos, por absurdo que parezca.
En México, como muchos otros países cuya economía camina en el filo de la crisis, el problema educativo definirá sin duda el futuro inmediato y a largo y mediano plazos de las generaciones presentes y futuras.
Lo que está en juego en estos momentos no es cuantas escuelas no reabrirán sus aulas, tampoco qué planes de educación a distancia se adoptan, sino cómo se podrá garantizar que millones y millones de jóvenes estudiantes no vean truncada su proyecto de vida por la cancelación de su educación, desde el nivel primario hasta el superior.
António Guterres, Secretario de Naciones Unidas ha dicho con todas las palabras “”Nos enfrentamos a una catástrofe generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”.
Aquí y en todo el mundo la escuela no es solo un sistema educativo, de formación estudiantil, conocimiento y preparación de las personas, sino la única palanca de desarrollo individual y familiar para salir de la pobreza.
De no atender de fondo el problema que implica garantizar estudios a quienes ya iniciaron su formación educativa, la pobreza mundial se agravará a niveles nunca vistos.
La única forma de salir de la pobreza y la marginación es la preparación académica y la obtención de conocimiento para el desarrollo de capacidad productivas y de crecimiento colectivo.
El que un niño deje de ir a preescolar, a la primaria, a la secundaria, preparatoria o universidad, como ocurrirá por la crisis económica que deja a su paso la pandemia de coronavirus, constituye una tragedia, y una tragedia nacional cuando hablamos de cientos de miles de estudiantes que el próximo año ya no podrán regresar a sus escuelas.
Cuando António Guterres habla de una “catástrofe generacional”, se refiere al hecho de que cientos de miles de proyectos de vida se verán cancelados debido a que su formación escolar básica y hasta de formación profesional se habrán cancelado, a la vista de todos.
Pressia Arifin-Cabo, representante adjunta de Unicef México, reveló hace unos días que de acuerdo a la encuesta nacional que realizó esa institución el año pasado se logró conocer que los hogares con ingresos reducidos en México son el 73,5%.
El 48% de las familias del país están empleados en el sector informal.
Solo tres de 10 hogares con niños reciben algún tipo de ayuda gubernamental,
La especialistas Ana Razo, profesora e investigadora del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) advierte que en el siguiente ciclo escolar alrededor de 800 mil egresados de secundaria no se incorporarán a la educación media superior, donde el nivel de deserción antes de Covid-19 era superior al 12 por ciento.
Son niños, niñas, adolescentes y jóvenes a quienes la crisis está a punto de arrebatarles su proyecto de vida.
Es claro que el gobierno federal y muchos gobiernos de los Estados han definido su postura frente esta problema. Por un lado la 4T se apoyará en la televisión y la radio para brindar educación a distancia, lo cual no es ni con mucho una solución real.
A nivel estatal, gobernadores echan la culpa a la Federación y argumentan no tener recursos para garantizar educación a miles de estudiantes del los diversos grados. Pero el INE autoriza 7 mil millones de pesos para gasto electoral, Una absoluta incongruencia.
Se trata de un tema de la mayor magnitud, en donde la sociedad civil tendrá que actuar con mayor firmeza y compromiso, más del que ya muestra, para emprender iniciativas de apoyo real para beneficiar a esos miles y miles de estudiantes que no pueden , no deben caer en la desgracia de dejar de seguir estudiando.