Casa Nacional Claudia, a un paso de la historia – Opinión

Claudia, a un paso de la historia – Opinión

por Redacción
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Tiene todo para serlo, los resultados de la elección del pasado 2 de junio, así lo definieron, salvo que sucumba ante la impronta política y la arrogancia del ejercicio del poder

Por Oscar Sánchez Márquez

Sin restar un milímetro de la importancia de su elección como la primer mujer presidenta de México, el verdadero desafío de Claudia Sheinbaum Pardo comenzará el uno de octubre, cuando le sea colocada la Banda Presidencial y sea ungida como Mandataria.

Ya no será ella frente al reto de dar continuidad al llamado proceso de transformación nacional a través del Segundo Piso de la 4T, sino del de trascender más allá de la política y el gobierno y alcanzar un estatus que han obtenido muy pocas mujeres en el ejercicio de gobierno, la de una Estadista.

Tiene todo para serlo, los resultados de la elección del pasado 2 de junio, así lo definieron, salvo que sucumba ante la impronta política y la arrogancia del ejercicio del poder.

El momento en la historia es único para Claudia Sheinbaum. Ha superado a su mentor en cuanto a la obtención de votos (un 60 por ciento del total del Padrón Electoral), más de cinco millones de votos arriba respecto de los que obtuvo López Obrador en 2018.

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Además, tendrá lo que todo presidente recién electo siempre desea: el control absoluto de la Cámaras del Congreso, la de Diputados y la de Senadores, que son la verdadera correa de transmisión en el ejercicio del poder presidencial y del poder público.

Sheinbaum Pardo podrá mandatar desde el Poder Ejecutivo al Poder Legislativo, sin necesidad de negociación y podrá llevar al terreno de las reformas Constitucionales y leyes secundarias la forma y el sello de su gobierno, su ADN sexenal.

Carlos Salinas de Gortari, el presidente surgido de la elección más cuestionada en la era posmoderna, artífice de la represión política de la izquierda política, no logró esa mayoría absoluta del Congreso. Tuvo que esperar tres años para tener ciertos márgenes de operación en las Cámaras del Congreso, y, hasta entonces, pudo darle forma a su plan de país.

Ni Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, ni siquiera el mismo López Obrador, lograron impactar en el electorado para obtener Cámaras del Congreso como aliadas para la implementación del plan sexenal.

Hoy Claudia Sheinbaum tiene amplio margen de ventaja en ambas Cámaras, tiene a la mayoría de Los gobernadores de los Estados bajo el manto morenista y, por si fuera poco, cuenta con una legitimidad producto de la mayor votación para un presidente electo, además del mayor consenso político que pueda lograr una persona que se somete al veredicto de las urnas. El mundo ideal.

Si ella construyó o no toda esa estructura de poder político es un tema que habrá que analizar por separado.

Para muchos observadores del quehacer político nacional, el triunfo de Claudia es en gran medida el triunfo de López Obrador.

Pero lo cierto, lo objetivo es que quien hizo campaña y estuvo en las boletas fue ella.

Pero lo que hoy es un escenario de ensueño, es a la vez el escenario de mayor presión y responsabilidad para la candidata electa, porque tiene frente a sí y de cara a la nación misma, la oportunidad de convertir ese triunfo político en una victoria que marque un verdadero parteaguas en la historia reciente de México.

Para ello requiere despojarse de sus armaduras partidistas, ideológicas, políticas y pragmáticas, es decir, dejar de ser la Jefa de una tribu o clan político, para erigirse en una Mujer de Estado, de una Mujer en el Poder que no ve el árbol, sino el bosque; que no ve el mañana, sino el futuro; que no piensa en un refrendo próximo en la urna, sino subir un escalón más en la historia; que no piensa en el ejercicio burdo y obsceno del poder, sino en el mandato que transforma a toda una sociedad y a todo una nación.

Hoy, con todo a la mano: legitimidad, respaldo social, dominio de Cámaras, con el control político de la mayoría de los estados, respaldo y reconocimiento internacional – en la actualidad algo muy difícil de conseguir para un mandatario de América Latina- Claudia Sheinbaum debe decidir qué hacer consigo misma.

Seguir un camino de encono, diatriba y desunión-división, de ausencia de diálogo nacional, o convocar a la nación entera a ser parte de la mayor transformación que haya imaginado en tiempos modernos.

Ella decidirá, sólo que para ello tiene que tomar caminos distintos a los trazados hasta ahora. El voto la ha puesto en un momento de la historia donde ella puede ser ella por sí misma de cara a una nación.

POR OSCAR SÁNCHEZ MÁRQUEZ
ESPECIALISTA EN COMUNICACIÓN POLÍTICA Y PERIODISTA
@DELVALLE1968

 

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