• Claudia Sheinbaum evitó mencionar que no llevaría a cabo una reforma fiscal
Ernesto Madrid
La presidenta Claudia Sheinbaum asume el gobierno con el desafío de implementar una estrategia que reduzca el déficit público, con especial atención en los Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSPs), la medida más amplia de la deuda.
Sin duda, como advierte México ¿cómo vamos?, su estrategia debe tener objetivos alcanzables y estar acompañada de una comunicación transparente con inversionistas y ciudadanos sobre el uso de la deuda.
Aunque la calificación de la deuda soberana de México no lo es todo, perder el grado de inversión implicaría mayores costos de financiamiento. Esto ocurre en un contexto en el que se proyecta que para 2029 los ingresos del sector público no superarán el 21% del PIB y los ingresos tributarios se mantendrán en torno al 14.5% del PIB de acuerdo con los Criterios de Política Económica de 2024.
Lo delicado es que sus dos primeros discursos como presidenta constitucional, Sheinbaum Pardo evitó mencionar que no llevaría a cabo una reforma fiscal tal como lo prometió en campaña para no incrementar los impuestos, pero en sus palabras, no uso la contundencia que hizo en campaña.
Lo que si dejo en claro es que impulsará la digitalización, en dónde se advierte que se ajustarán las tasas de algunos impuestos o bien se eliminarán buena parte de las deducciones permitidas para las empresas para obtener mayores recursos vía impuestos.
Lo loable es que aceptó que hay y habrá deuda (en una proporción responsable con respecto del PIB, prometió), que la producción petrolera no rebasará los 1.8 millones de barriles diarios (contra los 2.5 millones que jamás se alcanzaron) pero aun no se sabe de la integración del Presupuesto de Egresos de la Federación que debe estar centrada en la provisión de bienes y servicios indispensables para aumentar el bienestar de las personas.
Lo cierto es que, todo programa o proyecto propuesto debe de ir acompañado de su fuente de financiamiento. De forma coloquial, amor que no se ve en el presupuesto, no es amor, o, dicho de otra forma, el amor que debe pagar al pueblo debe de estar contemplado en los recursos que se gastarán para demostrar que amor con amor y dinero, se paga.
Por lo anterior, el reto más importante será la sostenibilidad fiscal y la presentación del Paquete Económico 2025, que será la primera prueba, con el atenuante de que, sin una perspectiva clara de mayores ingresos a corto plazo debido a la falta de una reforma fiscal, es probable que la consolidación fiscal, es decir, la reducción del déficit tendrá que realizarse principalmente a través de recortes en el gasto público, lo que no quiere hacer el nuevo gobierno.
Además, habrá que tomar en cuenta, que el crecimiento económico es fundamental para el progreso social y la sostenibilidad fiscal solo que
México tiene un bajo crecimiento proyectado para 2024, con un estimado anual de 1.6% y en el mejor caso, el más bajo desde tiempos de Miguel de la Madrid con un eventual 0.9 por año.
Así como para los hogares son fundamentales ingresos laborales, para las finanzas públicas se requieren ingresos públicos no petroleros robustos y sin duda, un menor dinamismo económico reduce los ingresos tributarios (ISR, IVA, IEPS), limitando el margen para el gasto público en áreas clave como salud, educación y seguridad.
Además, la débil actividad económica afecta el balance público y aumenta la proporción de deuda respecto al PIB y una ‘regla de oro’ en finanzas es que se está dejando de lado esa deuda pública debe que destinarse a financiar inversiones que, en el futuro, doten al país de mayores herramientas para elevar su productividad, evitando su uso para el gasto corriente.
Así que el primer reto del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, será el paquete económico que deberá entregar a más tardar, el próximo 8 de septiembre.