Por Óscar Sánchez Márquez
A Sangre fría. Así se mata en México a periodistas que son críticos de la corrupción y del abuso y usufructo ilegal del poder, ya sea económico, político o social.
A Sangre Fría es como, se intenta asesinar en nuestro país la libertad de expresión, de opinión, de crítica y de denuncia.
A Sangre fría es como se pretende matar la esperanza de una transformación social y se alimenta la impunidad criminal, ese cáncer social que ha hecho metástasis en la política, en los tres niveles de gobierno: Federal, estatal y municipal, y, lamentablemente, también en amplios ámbitos de la vida y la actividad del sector privado.
A sangre fría es como, equivocadamente, se intenta acabar con las voces, miles de voces en este país y en muchas partes del mundo, que no se arredran ni se intimidan ante la arrogancia de ese binomio criminal que conforman la impunidad y la ambición, económica o política.
La prepotencia y el abuso de poder ha sido la semilla de muchos asesinatos de periodistas en México. La impunidad, la indolencia, el contubernio, la complicidad, la protección de poderosos intereses económicos y políticos, sin embargo, han sido las constantes detrás de cada crimen de un comunicador.
Más del 90 por ciento de asesinato de periodistas han quedado impunes, como lo ha reconocido la Secretaría de Gobernación, es decir el propio Gobierno Federal. Los asesinos de periodistas siguen libres y, lo peor, nadie investiga a fondo.
El poder político estuvo detrás del asesinato de Manuel Buendía, autor de Red Privada, uno de los espacios de denuncia periodística más influyentes en la década de los 80s. José Antonio Zorrilla Pérez fue encarcelado como autor intelectual del crimen, pero no se quiso ir más arriba, donde estaban encumbrados, en el gobierno federal, los verdaderos asesinos.
Lourdes Maldonado, asesinada a tiros afuera de su casa, en Tijuana, es el caso más reciente. Margarito Martínez, fotoperiodista, también fue asesinado el 17 de enero en Tijuana, José Luis Gamboa Arenas, fue asesinado el 10 de enero pasado en Veracruz. Son los tres homicidios de periodistas registrados en lo que va del año, pero lamentablemente no han sido los único en tiempos recientes, por el contrario.
Reporteros Sin Fronteras (RSF), la organización internacional que vela por la defesa de periodistas a nivel internacional, reporta que al menos siete periodistas fueron asesinados en México en 2021.
Por esos datos México ocupa el puesto 143 de 180 países en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2021. Nuestro país es clasificado como uno de los más mortíferos para el ejercicio del periodismo. Da vergüenza esa clasificación.
En fechas recientes, la indolencia y complicidad dieron paso al asesinato de Lourdes Maldonado. Ella estaba bajo protección oficial, pero de nada sirvió, incluso se sospecha que ese mecanismo la puso en la mira de sus asesinos. Ella tenía un litigio laboral con el exgobernador Jaime Bonilla. Esa línea, y otras más, deberán ser investigadas.
Aun así, nadie podrá acallar, nunca, la conciencia y el compromiso individual y colectivo de miles y miles de periodistas, comunicadores, reporteros, conductores, analistas, fotógrafos, editores de medios, la gran mayoría conscientes incorruptibles de su rol en el cambio de paradigmas en el ejercicio de la política, el gobierno y de las consecuencias de las actividades de muchos grupos de poder fáctico.
Cierto es que la realidad superó a la ficción. Del año 2000 a la fecha suman 148 los comunicadores que han sido asesinados en nuestro país. Veracruz y Tamaulipas ocupan los vergonzosos primero y segundo lugar de asesinato de periodistas.
No basta con denunciar estos y otros crímenes. Está claro que de parte del gobierno y las instancias de procuración de justicia, tanto a nivel federal, estatal como municipal, el tema no solo los ha rebasado, sino que no muestran ningún interés por hacer justicia a los deudos de los comunicadores asesinados.
Resulta paradójico y trágico a la vez, pero el cambio de paradigma surgirá de una mayor fuerza, claridad y contundencia en el ejercicio periodístico para denuncias a funcionarios corruptos, a integrantes del poder judicial o legislativo que cometan actos ilícitos, a particulares que abusan de su poder económico y o social para actuar en detrimento de la propia sociedad.
La única defensa con que cuentan los periodistas, los auténticos periodistas, es la contundencia de su pluma y de su voz, dos elementos que nunca, nunca, van a desaparecer.