*Trump y López se sienten mesías, dueños de la verdad y el poder
Miguel A. Rocha Valencia
Se entiende que el tlatoani mexicano, siga al servicio de Donald Trump como lo ha hecho estos dos años, en que parecieran empatados o sincronizados los proyectos de gobierno, en lo cual, el presidente estadounidense cimienta gran parte de su política, especialmente en los aspectos migratorios y de apoyo a la economía del norte.
Es tan obvio como que a Trump le conviene tener un vasallo probado como es el mesías tabasqueño, el cual le duraría un período adicional de cuatro años y ambos terminarían sus respectivas administraciones casi simultáneamente, Lo único malo es que, en ese lapso, México se haría más pobre y Estados Unidos, más rico, o al menos el grupo empresarial que representa Donald, incluyendo algunos de dudosa reputación.
A cambio Trump le daría sus palmadas en la espalda –como lo hace- al hijo predilecto de Macuspana y lo dejaría hacer las locuras que se le ocurren.
Los hechos están a la vista; México al servicio no de Estados Unidos sino de Donald Trump lo mismo para contener a un alto precio que significa la Guardia Nacional, a la migración incluso aceptando ser “tercer país seguro”, reabriendo la economía en estados maquiladores que hoy regresan a semáforo rojo como Chihuahua con un alto índice de contagios y mortandad, y permitiendo que se ofenda a los nuestros con deportaciones, separaciones de hijos, y todavía nos califique de criminales.
No hay una respuesta a ninguno de los agravios. Se trata de una subordinación del proyecto del presidente de México a lo que nos dicten, hoy más que nunca, desde la Casa Blanca, la de Washington.
Por eso es importante para López mantener la esperanza de que el actual presidente de estadounidense permanezca en el poder; su proyecto personal depende de ello, aunque en México haya logrado sumar a varias fuerzas políticas, grupos empresariales y de la sociedad civil, pero en su contra.
También por eso, el profeta de Palacio Nacional está urgido de consolidar su proyecto con la centralización del poder político-administrativo y económico, ya que con ello, podrá maniobrar incluso en las próximas elecciones donde seguramente candidatos de Morena se dirán robados, acusarán fraude para no aceptar derrotas y seguir con la gastada y ya tradicional dialéctica de su caudillo que intentará debilitar aún más a las administraciones estatales, municipales y a los organismos autónomos, preferencialmente los electorales.
Pero además es un hecho que el caudillo de Tepetitán se siente “mesías” y como elegido por la divinidad para redimir a los mexicanos de los malos gobiernos, aunque el suyo sea el peor, intentará por todos los medios impedir que otras fuerzas políticas, económicas o sociales le disputen el poder que es suyo, de su propiedad, radica en su destino manifiesto del cual es creyente. En ello coincide con su colega estadounidense.
Y no es broma, el profeta está seguro de eso, no es un iluminado, es su doctrina, defensor de los oprimidos, redime a los pecadores, perdona a quienes se lo piden y condena a los críticos, a los que no se someten. Por eso exige lealtades absolutas aun a costa de honras personales. De ahí que López carece de colaboradores, tiene lacayos o una feligresía de la cual espera obediencia ciega donde para alcanzar los objetivos los pecados se tornan virtudes, casi casi teologales.
Frente a todo eso la débil y desprestigiada oposición política tiene pocas opciones, menos cada vez que le exhiben en escándalos mediáticos desde Palacio Nacional pecados idos y presentes, tiene pocas oportunidades. De ahí la urgencia de alianzas sí, pero no de esas grandotas para el reparto de botines de poder, sino para aceptar liderazgos locales, estatales sin importar su extracción popular, empresarial o de donde surjan pero que sean auténticos.
De otra forma, cualquier alianza tendrá el sello de “delincuencia organizada”. Si desean los opositores fragmentados ganar a López, tendrán que abandonar sus individualidades para hacer un frente colectivo real, no para disputarse tajadas de poder sino para recuperarlo en bien de los mexicanos.
El país necesita de hombres y mujeres comprometidos no con personajes, sellos, doctrinas o partidos sino con la sociedad misma, con México. Veremos si quienes se organizan para contender tienen esas virtudes; de lo contrario, pobre país, le quedarán años de oscurantismo y desesperanza.