• México consigue 90 días sin aranceles, pero cede en comercio, seguridad y narrativa
Ernesto Madrid
La pregunta no es qué logró México, sino cuánto cedió para evitar el golpe arancelario de Donald Trump. El gobierno de Claudia Sheinbaum celebró el aplazamiento de 90 días en la imposición de aranceles como una victoria diplomática, pero en los hechos, el costo podría ser mucho más alto que el beneficio inmediato.
La Casa Blanca no dejó espacio para la duda: “México ha acordado remover de inmediato sus barreras comerciales no arancelarias, que son muchas”. Lo dijo sin matices Karoline Leavitt, portavoz del gobierno estadounidense, al subrayar que seguirán las negociaciones durante el plazo concedido “con el objetivo de firmar un acuerdo más grande” y dejo en claro,
México paga aranceles: “25% por el fentanilo, 25% por los carros y 50% en el acero, aluminio y el cobre”.
Mientras tanto, Estados Unidos presume haber recaudado más de 87 mil millones de dólares en aranceles en el primer semestre de 2025, superando ya lo obtenido en todo 2024. ¿Y México? Se aferra a su adhesión al T-MEC, aunque admite que las llamadas “barreras no arancelarias” –como etiquetado, patentes, condiciones laborales y sanitarias– serán eliminadas o flexibilizadas. No es menor: ahí reside buena parte de la capacidad regulatoria soberana del país.
Marcelo Ebrard trató de matizar, afirmando que se trata de “preparativos” para la revisión del T-MEC. Pero la urgencia de la cesión, el momento político y la narrativa dominante desde Washington pintan otra cosa: más que negociar en condiciones iguales, México parece estar cumpliendo una lista de exigencias para evitar sanciones inmediatas.
Seguridad y subordinación
En la otra mesa de negociación, la del acuerdo de seguridad bilateral, la narrativa tampoco favorece a México. La presidenta Sheinbaum confirmó que el pacto está “prácticamente terminado”, y que su firma podría concretarse en cualquier momento. Marco Rubio, secretario de Estado de E.U., fue quien acompañó la llamada con Trump y validó el avance.
Lo preocupante no es el acuerdo per se, sino el contexto. Apenas unas horas antes, el Departamento de Justicia estadounidense anunciaba la desarticulación de una red internacional de tráfico de armas hacia el Cártel Jalisco Nueva Generación. Un recordatorio directo, casi didáctico, de que Washington mantiene el foco en el crimen organizado mexicano, y que el tema de seguridad seguirá siendo su principal moneda de presión.
Empresas que huyen, capitales que apuestan
En paralelo, la española Iberdrola anunció su salida definitiva del país tras 26 años de operaciones. Aunque la venta de sus activos a Cox –también de origen español– representa una inversión importante (4 mil 200 millones de dólares), el trasfondo no es menor: la eléctrica deja México en medio de una reforma judicial que pone en duda la certeza jurídica. No es casualidad.
¿Tregua o capitulación?
Cox, por su parte, confía en el potencial del país y promete inversiones por más de 10 mil millones de dólares en los próximos cinco años. Sin embargo, este tipo de apuestas están sujetas a una condición clara: estabilidad institucional y reglas claras. Justo lo que Iberdrola parece ya no haber encontrado.
¿Legitimidad sin resultados?
México Evalúa lanzó una advertencia oportuna: la alta popularidad de Sheinbaum no será suficiente si no se acompaña de resultados sostenidos y verificables. La estrategia de seguridad, focalizada en Sinaloa, ha permitido una reducción de homicidios a niveles no vistos desde 2017. Pero el promedio de 79 asesinatos diarios y el aumento de las desapariciones, sigue siendo alarmante.
Además, la militarización ya no goza del respaldo automático de antes, y la reforma judicial omitió el verdadero cuello de botella: fiscalías rebasadas y carpetas sin resolver. La impunidad permanece como norma, no excepción.
El riesgo está claro: sin una evaluación realista de políticas y sin un rediseño estratégico, el gobierno puede quedarse con la popularidad como único argumento. Pero como advierte el propio análisis: “la popularidad sin resultados es fugaz”.
México logró tiempo, pero lo pagó caro. Cedió en comercio, se alineó en seguridad, y empieza a perder atractivo para empresas que antes apostaban por su mercado. A 90 días del siguiente choque comercial, y con la sombra de Trump como negociador implacable, conviene preguntarse: ¿tregua o capitulación?
@JErnestoMadrid
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