Por Óscar Sánchez Márquez
La pandemia de Covid 19, su desastrosa consecuencia económica y unas instituciones rebasadas por la realidad, están incubando a una generación sin escuela y, por consiguiente, con escasas o nulas posibilidades de desarrollo en su vida. Un asunto no menor que requiere la urgente atención interinstitucional y particular.
Mexicanos Contra la Corrupción documentó recientemente que en Chiapas el 45 por ciento de niñas y niños en edad escolar ya no regresó a las aulas luego de la reactivación de las actividades escolares suspendidas para evitar la propagación del coronavirus en el primer trimestre del año.
Antonio Gutérres, secretario general de las Naciones Unidades, dijo hace unas semanas que el mundo se encuentra de cara a lo que podría llamarse una generación perdida, precisamente porque el sistema educativo postcovid no sólo no ha respondido ciento por ciento a la nueva realidad, sino que la educación virtual o a distancia, a través de la TV, ha dejado a millones de niños fuera de la escuela.
Si la situación que revela el INEGI en materia de niños sin educación, pero incorporados al trabajo infantil es más que lamentable, la política pública de aulas virtuales en prácticamente todo el territorio nacional genera más suspicacias que aliento.
La realidad es que las clases por TV no cubren las mínimas expectativas.
El Instituto Nacional de Geografía y Estadística dio a conocer esta semana que en el territorio nacional 3 millones 300 mil niños, niñas y adolescentes realizan algún tipo de trabajo, su edad oscila entre los 5 y 17 años y un millón 800 mil niñas y niños trabajan en actividades no permitidas.
Uno de los mayores desafíos del gobierno federal actual es retomar la actividad escolar a las condiciones a las que existían antes del confinamiento obligado por la pandemia de Covid 19, en marzo pasado, para evitar que más niños abandonen sus estudios y sean captados por el comercio informal, el trabajo semiclandestino e incluso por actividades de alto riesgo para ellos, como trata, prostitución o tráfico de sustancias ilegales.
Los datos del INEGI deben servir de aviso sobre la gravedad de la situación actual en relación con la carencia de servicios educativos para miles de niñas y niños.
De acuerdo con los datos oficiales, un millón 200 mil infantes realizan quehaceres domésticos, de los cuales el 61 por ciento son hombres y 39 por ciento mujeres.
En 2019 la tasa de trabajo infantil se situó en 11.5 por ciento, en el 2017 era de 11 por ciento. En dos años aumentó 0.5 por ciento. Esos niños que se convierten en mano de obra barata son niños que deberían estar en clases, forjando su futuro en las aulas.
Las tasas más altas de trabajo infantil en nuestro país se presentan en Oaxaca, Puebla, Chiapas, Michoacán, San Luis Potosí y Tlaxcala.
Las tasas más bajas de trabajo infantil se registran en Baja California, CDMX, Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila.
Uno de cada cinco niños tiene la necesidad de trabajar a partir de un problema desigualdad.
Un fuerte contraste, ya que esos miles de niños trabajadores deberían cursas sus estudios en el sistema público, sin embargo, el sistema a distancia conocido como “Aprende en Casa”, dejó en automático sin educación a millones, que son los niños y niñas que viven en zonas sin electricidad y sin la conectividad mínima a internet que les permita seguir sus clases por televisión abierta o en línea.
Ese es el segundo gran desafío de la autoridad educativa federal.
Ahora que la SEP ha abierto la posibilidad para que a partir de enero las niñas y niños que así lo consideren pertinente pueden regresar a sus aulas a seguir con sus estudios, debe garantizarse que los niños estén en las aulas y no en trabajos donde los explotan, maltratan, discriminan, abusan y abusan la vista de todos.
El diplomático portugués Antonio Gutérres llama a mejorar el sistema educativo a distancia, precisamente para que se brinden un servicio mínimo básico, sobre todo para quienes por condiciones de pobreza y marginación histórica no tienen acceso al modelo de estudios a distancia.
El caso de lo que podría ser una generalidad si no se actúa a tiempo esta ocurriendo justo ahora en Chiapas, uno de los estados con mayores niveles de pobreza y marginación históricos, en donde cinco de cada diez niños tuvieron que abandonar la escuela, por carecer de internet o TV, no contar un equipo de cómputo, horarios inaccesibles, supervisión adecuada y desconocimiento de cómo opera el esquema virtual.
Una tragedia sobre otra. El reto está ahí. Las decisiones deben ser de todos, por el bien de las niñas y los niños. Por su futuro.