Óscar Sánchez Márquez
El presidente Andrés Manuel López Obrador inicia el próximo miércoles la segunda mitad de su sexenio con ajustes en la Secretaría de Gobernación y algunos reacomodos en la línea política que, en los hechos, se inscriben en la llamada sucesión adelantada, una de las apuestas más riesgosas del Primer Mandatario.
Muchas lecturas generan el regreso de Olga Sánchez Cordero al Senado de la República; la incorporación de Adán Augusto López Hernández, como nuevo titular de Gobernación, la secretaría de Estado más importante del Gabinete; y el acomodo de piezas políticas en el entorno de Ricardo Monreal Ávila, sin duda uno de los presidenciales más sólidos no citados por el propio López Obrador.
Como diría Franklin D. Roosevelt, en política no hay coincidencias, y los acontecimientos políticos de las últimas horas tienen vínculos muy claros con la forma en que el presidente de la República pretende reencausar el manejo de la política interna del país de cara a la sucesión que él mismo dio por iniciada y que, al ser una puesta muy prematura y riesgosa, tiene que controlar a tiempo.
Comenzamos por Olga Sánchez Cordero.
Era un secreto a voces que la ministra en retiro ya no estaba a gusto despachando en el antiguo Palacio de Cobián, no solo porque el propio presidente es quien encabeza las principales acciones de interlocución y decisión con los Gobernadores de los Estados, que en realidad es una de las principales tareas del titular de Gobernación.
Además, Gobernación fue literalmente desmantelada, sus principales áreas, inteligencia, seguridad interna y control político pasaron a otras áreas, por lo que las funciones de Sánchez Cordero no sólo eran ya muy limitadas, sino que además su voz política se fue apagando paulatinamente por la sequía de resultados en los pocos asuntos clave que le eran encomendados.
El más reciente fracaso, empero, que al parecer derramó la gota y que ha dado paso a que el presidente “dejara ir” a Olga Sánchez fue el fracaso estrepitoso que tuvo al no lograr un acuerdo político con la oposición en el Senado para que en la actual legislatura se pudiera convocar a un periodo extraordinario de sesiones en el que se debió haber aprobado la ley reglamentaria de la revocación de mandato, un tema que al presidente López Obrador le interesaba de manera personal.
A Olga Sánchez le faltó en teoría amarar “un voto” para lograr la mayoría calificada necesaria, pero sus esfuerzos de diálogo político con los senadores del PAN, PRD PRI y Movimiento Ciudadano no rindieron frutos. Como titular de Gobernación esa derrota la marcó en definitiva.
La lectura política indica que como responsable de la interlocución política del gobierno federal, Olga Sánchez no tuvo el nivel para responderle al presidente en un momento y en un tema personal clave.
Por otro lado, como senadora con licencia, la ministra en retiro mostró que no tiene el talento ni la capacidad política para amarrar acuerdos entre sus pares, lo cual la dejó sin fuerza como miembro del gabinete político. Y, como dicen los clásicos, el presidente lo sabe.
Sin embargo el bastón de mando político lo sigue teniendo el presidente López Obrador.
Todo indica que el mandatario se agarró de ese fracaso para mandar un mensaje de que la sucesión ni se altera ni se mueve con ese cambio obligado en el Gabinete, y por eso mandó a Olga Sanchez como un ariete (un arma de asedio) frente al proyecto político que ha estado construyendo Ricardo Monreal Ávila desde el propio Senado de la República.
López Obrador envía Sánchez Cordero a pisarle los talones y a disputarle el mando político de los senadores de Morena al zacatecano, para que ese centro político, que es el Senado, esté en su momento alineado a la decisión presidencial y evitar que sea controlado para los fines del propio Monreal.
Eso suena bastante lógico, pero no dejan de ser buenos deseos frente a la propia realidad que, además, es inocultable.
Olga Sánchez no tiene el respaldo de todos los senadores morenistas, por más línea presidencial que diga tener; ya no se diga la maltrecha relación política con la oposición, de quien recibió el nada amable mote de “florero” en alusión a su papel decorativo en Gobernación.
Y otra arista, quizá la más importante.
Ricardo Monreal no puede dejar de ser el puente político más importante para el presidente frente a la oposición y los propios de Morena, ya sea en el Senado y en un gran número de estados, por lo que no lo relegará, pero sí tratará de contenerlo en su acumulación de fuerza política de cara a la sucesión del 2024.
El presidente sabe que como político Monreal es muy buen diplomático y como líder tiene un buen colmillo, y que no es manipulable, así es que permanecerá como aliado clave hasta donde la capacidad de resistencia le dicte al presidente.
Así empieza la segunda mitad de su sexenio López obrador, con diversos frentes abiertos, algunos de ellos vinculados a esta sucesión adelantada. Ya hablaremos de lo que pasa en los terrenos de Claudia Sheinbaum y en los del canciller Marcelo Ebrard, en donde también se cuecen habas