Por Óscar Sánchez Márquez
México llegó finalmente al peor escenario previsto en la pandemia de Covid-19. La saturación de hospitales, de suyo insuficientes, está a un paso de convertirse en tragedia.
El tan citado rebrote es ya un hecho y sus efectos se traducen, lamentablemente, en más personas contagiadas y en consecuencia mayor número de muertes. El contagio tiene nombre y apellido: irresponsabilidad colectiva.
Diciembre era considerado un mes de alto riesgo, ya que las bajas temperaturas ocasionarían mayor número de personas con enfermedades respiratorias, que son aún más vulnerables al virus del Sars-Cov-2 que provoca el coronavirus.
¿Qué es lo que sigue? ¿Cómo darle la vuelta a este repunte justo en fechas de alta movilidad y actividad social con motivo de las fiestas de fin de año?
La respuesta está en manos de la sociedad en general. Parece una ironía que siendo la gente inconsciente y abiertamente irresponsable que ha tomado las calles como espacio para fiestas y verbenas, sea la que tenga en sus manos la solución.
¿Cómo hacer para que la gente se quede en sus casas y evite salir más allá de lo estrictamente necesario?
La respuesta está en la misma gente. Más tarde que temprano la sociedad tendrá que actuar, incluso a costa del dolor y el luto masivo.
Me explico.
La necedad, inconciencia, irresponsabilidad, ignorancia, rebeldía u oposición ideológica, que priva en miles de personas a lo largo y ancho del territorio nacional hará que tarde o temprano esas miles de personas se enfrenten a la realidad, tal cual.
Es decir, la enfermedad, la agonía y la muerte, está y estará ahí, y no como ocurre hasta ahora, no discriminará entre creyentes o no creyentes en la enfermedad y mucho menos repara en condición económica o social, política o cultural. Agarra parejo.
El gobierno federal hace lo que puede, dentro de su esquema de contención.
Las principales acciones de atención y contención están en manos del personal de salud, todo, desde el especialista en enfermedades respiratorias, las enfermeras hasta el personal de apoyo.
Pero el esfuerzo tiene un límite y este equipo heroico el que ha dado la batalla minuto a minuto desde marzo pasado, ya está cansado, pero sobre todo decepcionado de la sociedad que por un lado se dice preocupada ante un contagio, y por el otro es la misma que torea a la enfermedad en fiestas, tiendas, mercados o reuniones clandestinas.
La prevención y la contención del coronavirus, dicho así de claro, es de nosotros mismos.
La medida de nuestra desobediencia será proporcional al rango de riesgo de caer por el coronavirus. La irresponsabilidad con que nos manejamos frente al dolor y la muerte de quienes no pudieron resistir el virus será proporcional a la expansión del bicho en nuestros círculos cercanos. En ello no hay ideología, no hay gobierno que pueda intervenir, ni asistencia pública que valga.
Las cifras dados a conocer hace apenas unas horas es reflejo de esa lamentable realidad, de esa tragedia que nos acecha a todos.
Un millón 289 mil 298 personas enfermas, 116 mil 487 defunciones totales contabilizadas oficialmente, de las cuales 718 ocurrieron en las últimas 24 horas, con 11 mil 799 nuevos enfermos.
En la Ciudad de México el nivel de ocupación de camas supera el 70 por ciento, pero en la realidad desde hace algunos días en varios hospitales habilitados para atender casos de Covid-19 ya no aceptan a más enfermos.
Más de once mil nuevos contagiados y más de 700 muertos en las últimas 24 horas, marcan con toda claridad hacia dónde se perfila el país, a menos que la propia sociedad, toda, nos quitemos la venda de los ojos y aceptemos que el cuidarnos no es un acto de concesión individual, sino un acto de amor y compresión para con esta persona que está a nuestro lado.