• México se podría quedar a oscuras por su alta dependencia de gas natural
Ernesto Madrid
México vive con una bomba de tiempo encendida bajo su sistema eléctrico: más del 60% de la energía del país se genera con gas natural, y hasta el 96% de ese gas puede llegar de un solo proveedor: Estados Unidos. Bastaría un giro político, una ola de frío en Texas o un conflicto comercial para que la luz se apague.
Víctor Rodríguez Padilla, director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), lo dijo sin rodeos: “Si nos cierran la llave, México se queda a oscuras”. No es una exageración. Ya ha pasado antes. En 2000, California colapsó y cortó envíos; en febrero de 2021, un vórtice polar congeló Texas, los flujos se detuvieron, el precio del gas se disparó 600 veces y México pagó cifras extraordinarias para no quedarse sin electricidad.
La raíz del problema es una mezcla de comodidad y dependencia. El gas seco que llega por ductos desde Texas cuesta entre 2.5 y 3 dólares, mientras que el gas natural licuado (GNL) del mercado internacional se cotiza hasta en 12 dólares. La diferencia ha sido un espejismo que adormeció la política energética mexicana, frenó la inversión en producción nacional y nos llevó a un déficit estructural: de los 8 mil millones de pies cúbicos diarios que consume el país, solo producimos 3,500 millones. Y buena parte de esa producción se queda en Pemex para sus propias operaciones, dejando al mercado apenas 1,500 millones.
Seguridad energética, otra tragedia en el horizonte de México
El 61.2% de la electricidad nacional proviene de ciclos combinados alimentados por gas natural, según el CENACE. Esa concentración convierte al energético en el punto más frágil de nuestra seguridad nacional. Peor aún: la capacidad de almacenamiento es mínima. Para el gas natural, el margen es crítico: apenas 2.5 días. Un corte prolongado sería un apagón prolongado.
El riesgo no es solo técnico, también es político. Como advierten especialistas, Donald Trump ya ha usado las exportaciones energéticas como palanca diplomática. Incluso la amenaza de restringir envíos podría bastar para doblar a México en negociaciones.
La solución exige un cambio de mentalidad y de política pública. No basta con repetir el mantra de la “soberanía energética”. Se requiere diversificar fuentes, invertir en infraestructura para importar GNL desde otros mercados, mejorar la eficiencia de plantas, reducir pérdidas, ampliar almacenamiento e incluso reabrir el debate del fracking con criterios técnicos y ambientales claros, algo que descarta el director de Pemex.
El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) advierte que el plan de acción para Pemex y para el sector energético no puede quedarse en papel: requiere respaldo presupuestal, continuidad institucional y una evaluación permanente.
La seguridad energética no es una consigna patriótica, es una necesidad vital. Porque no se trata solo de tener combustible para mover la economía hoy, sino de garantizar que México pueda encender la luz mañana.
@JErnestoMadrid
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