Oscar Sánchez Márquez
Zygmunt Bauman fue un filósofo y escritor polaco que estudió por décadas el comportamiento de las sociedades modernas.
Acuñó el término de “modernidad líquida” para mostrar cómo en los tiempos actuales los individuos creemos vivir en el fin de las certezas y cómo la sociedad en su conjunto es cada vez más volátil, sin forma, que se adapta a todo, pero su propia condición líquida le impide tener cuerpo y forma propias.
Una sociedad, pues, cada vez con menos valores, creencias y ética humana, resume Bauman.
Este sociólogo, quien falleció en el 2017, escribió un libro junto con el también filósofo lituano Leónidas Donskis.
El libro se titula “La Maldad Líquida “ y en este impresionante tratado sobre las formas modernas en que ha encarnado el mal, ambos filósofos plantean que la modernidad ha llevado a la sociedad a una mayor deshumanización y a la pérdida de los valores más importantes que ha formado la Humanidad.
Me viene a la mente el libro la “Maldad Líquida” a propósito de este hecho demencial ocurrido y descubierto hace unos días en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México: el asesinato, descuartizamiento e intento de desaparición de todo rastro humano de dos niños, de 12 y 14 años, Yahir y Héctor.
Los máximos niveles de crueldad y violencia que se pueda tener conocimiento fueron aplicados a estos dos niños de origen mazahua, aficionados a las motos y coyunturalmente dedicados a la venta de dulces en la misma zona del centro de la ciudad, debido a la pandemia de Covid 19 que los alejó de la escuela.
Sí su asesinato y tortura habla ya de la existencia de una o varias mentes retorcidas que ordenaron esos hechos, más vil aún representa el que se trató de llevar los restos de los cuerpos humanos de Yahir y Héctor a un basurero o al menos dejarlos a la intemperie, como si se tratara de otra cosa distinta a seres humanos.
Poco a poco se sabe más sobre este doble asesinato, pero en medio de la tragedia aparecen los nombres de sicarios y dirigentes de narcomenudeo que habrían ordenado la ejecución de los niños. El mundo de las drogas conecta con esta tragedia.
El mal ha encarnado en nuevos formas y prácticas; el mal ya no se personifica a través de figuras o íconos, sino que hoy el mal ha adquirido formas diversas que regulan el comportamiento de los seres humanos, como el querer tener y poseer bienes materiales a toda costa o el de pasar por encima de las personas, siempre viendo un objetivo material o de aparente realización.
Bauman explica que, de una manera acelerada, la sociedad moderna se ha desentendido de sus sensibilidades. Ya no pensamos en el ser humano, en la vida, en los sentimientos, en el alma, cada vez menos nos reconocemos como semejantes.
Bajo ese nuevo razonamiento moderno, entre comillas, lo humano importa cada vez menos, la dignidad humana ha pasado a un plano secundario, alojamos la ruindad en nuestras mentes derivado de creer y pensar que no hay opciones, que es ahora o nunca, que mis actos no van a tener consecuencias y si las hay no importan.
El determinismo y fatalismo en el que vivimos ha propiciado que cada vez más nos estemos quedando más vacíos e insensibles, explicaron en sus escritos ambos filósofos.
Lo que ha ocurrido en medio de la oscuridad, en una ruinosa vecindad del centro de la Ciudad de México es la más fiel expresión de la insensibilidad humana que hoy vivimos.
En “La Maldad Liquida”, sus autores formulan una pregunta a propósito de esa pérdida de la conciencia sobre el bien.
¿Cuántos muertos más necesitamos para que logremos desentumecer nuestros sentidos, y podamos repensar en lo qué debemos y nos toca hacer también como sociedad?
El mal en lo actual lo representa el hecho de que las cosas no pueden ni van a cambiar, la pérdida de las utopías o los sueños. El mal que hoy vemos detrás del asesinato de Yahir y Héctor esconde el mal que busca que no hagamos nada.