Ernesto Madrid
Por paradójico que parezca, el presidente Andrés Manuel López Obrador contradijo al señalar que la marcha que encabezará el próximo 27 es para celebrar que en México ya no gobierna la oligarquía que ‘hay esperanzas y felicidad en el pueblo mexicano’.
Eso es lo que dice el mandatario cuando en realidad la contramarcha ‘en contra de la sociedad’ como la ha calificado la sociedad civil se da a dos semanas de la que se llevó a cabo para la defensa del INE, pero el presidente dice que “la marcha es para decir que nos sentimos muy dichosos de estar entre todos apoyando a los más pobres (…) para decir que no queremos que en México haya racismo, y que vamos ganando esa batalla (…) para decir que no aceptamos el clasicismo, la discriminación”.
Que está “triunfando nuestra estrategia de atender las causas que originan la violencia (…) para decir que la paz es fruto de la justicia; (…) para decir que ya son 12 millones de adultos mayores que ya tienen una pensión y que a partir de enero van a tener un aumento del 25%; (…) para decir que van a seguir aumento de los salarios para los trabajadores”, que es por el bien de todos.
No obstante para el sector financiero, ‘las grandes protestas en todo el país hacen que AMLO renuncie a las reformas electorales constitucionales’ pero no descartan que continúe buscando vías alternativas para enmendar el sistema electoral mexicano a lo que suma la posición del senador Ricardo Monreal quién señala que no existe ningún problema en que el INE organice la elección presidencial de 2024, ante la falta de consenso entre los partidos para desaparecerlo y crear otro organismo electoral.
Lo anterior por qué sería interesante que el mandatario recordará que a inicios de este año y como ferviente admirador de la “democracia” cubana, sin duda despejo sus ambiciones de reforma al INE bajo la suposición de crear una institución más eficiente, menos costosa y mucho más ágil.
Entre sus argumentos están el darle paso al Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC) lo que implica, de acuerdo con los analistas del derecho constitucional, un cambio radical que pareciera ‘amenazar con echar por tierra el presente e hipotecar el futuro democrático del país’.
Lo curioso del caso es que ante la posibilidad de ver su reforma electoral rechazada y la oportunidad de reformar las leyes secundarias, el mandatario sostuvo que “la marcha es para decir que 11 millones de jóvenes de familias pobres reciben becas; la marcha es para decir que nos estamos ahorrando 50 mil millones de pesos por no pagarle publicidad a los medios de información; la marcha es para decir que hay esperanzas, que hay felicidad en nuestro pueblo (…) que México está avanzando y se acrecienta su prestigio en el concierto de las naciones del mundo”
En lo anterior habrá que recordar que sino es para la reforma electoral es para mostrar el músculo de una popularidad que dice representar y que dice que implica el 70% de aprobación a su favor porque de lo contrario habrá que revisar la historia de Nicaragua que, con las reformas electorales y constitucionales, el dictador Daniel Ortega logró ‘ganar más elecciones que ningún otro presidente en la historia reciente de dicha nación con un porcentaje menor al 50% de votos.
Es decir, que nos hubiese gustado una transformación de otra forma, que ese giro de timón que le urgía al país hubiese sido en beneficio de los sectores desfavorecidos y hubiese sido menos polarizante y más incluyente; menos revestido de un culto a la personalidad y más institucional, más socialdemócrata y menos obradorista, más dialogante y menos “tengan para que aprendan”.