Por Óscar Sanchez Márquez
Un recuento de los últimos 24 años de elecciones en México muestra de manera clara un declive en la preferencia ciudadana por el PRI, PAN y PRD. Muchos han sido los yerros de líderes y cuadros partidistas para llegar al lugar en el que hoy se encuentran, pero dos elementos sobresalen: corrupción interna e incapacidad de la estructura de partido para conectar con sus bases y entenderlas.
El Partido de la Revolución Democrática, PRD, en proceso legal de extinción, cuyo origen fue el movimiento de lucha democrática de 1988, es el ejemplo de la amenaza que enfrentan el PRI y el PAN.
La ausencia de un auténtico ejercicio de reflexión y autocrítica, aunado a la negación de emprender cambios profundos en sus estructuras, documentos básicos y procesos internos de elección de líderes, hacen que esos partidos, el tricolor y el blanquiazul, vivan sus peores momentos políticos. Resultado de la soberbia de sus líderes más recientes.
Desde el año 2000 en que perdió la presidencia de la República a la fecha, el PRI pasó de gobernar casi la totalidad de los gobiernos en los estados a solo dos. Todavía en el 2012 gobernaba en 20 entidades. El PAN, que vivió sus glorias políticas durante los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón, hoy gobierna solo dos estados: Chihuahua y Guanajuato.
El PRD, que llegó a tener 127 diputados federales y 26 senadores así como algunas gubernaturas, pero en un tiempo récord no solo fue incapaz de conservarlas, sino que el partido está en proceso de desaparición al no lograr el mínimo del 3 por ciento de votos del total emitidos en las pasadas elecciones del 2 de junio.
Una gran parte de las bases y líderes perredistas conformaron el partido MORENA, como respuesta a esa cerrazón interna, que es el mal común de todos los partidos.
LA OPOSICIÓN NO ENTIENDE
Hoy parece repetirse la historia, con una oposición sorda, ciega y muda solo no ha querido escuchar el grito de los votos emitidos, sino que se niegan a ver su propia realidad.
Los partidos de oposición chazan asumir supropia responsabilidad de cara a los electores y ciudadanos que aún los siguen, y enmudecen frente a los reclamos de verdadera democracia interna. Voltean la cara con tal de preservar intereses personales y de grupo, lejanos, muy lejanos de sus militantes.
Cuando López Obrador ganó la presidencia en el 2018, la oposición política, sus dirigentes, no entendieron la llamada de atención y siguieron replicando esquemas en donde solo se benefician líderes, ya sea con posiciones partidistas, candidaturas o negocios al amparo de los propios partidos políticos.
Eso ocurre en el PAN y Marko Cortés lo hizo evidente cuando se hizo público su “acuerdo” con el PRI local, en el sentido de que le entregaran notarías, cargos judiciales y candidaturas en Coahuila, como si el PAN fuera un negocio exclusivo. Por supuesto que lo mandaron a volar y sus ambiciones lo marcaron para siempre. Al blanquiazul le antecede una larga historia de “moches” presupuestales.
En el PRI las recientes palabras de su dirigente nacional, Alejandro Moreno, de que no se va del partido y que seguirá por ahora conduciendo los destinos de lo que queda del tricolor, hacen palidecer al más astuto de los marrulleros.
Señaló que el PRI no es una estación de música y para complacencias, con lo que dejó en claro que lo suyo no es atender a sus seguidores y mucho menos cumplirles sus peticiones. ¡Vaya líder nacional que tiene el tricolor!
A Jesús Zambrano no le queda otra más que apagar las luces y cerrar la puerta de lo que fue el principal partido de izquierda en la época reciente. La corriente de “Los Chuchos” se acabó al partido, entre titubeos y negociaciones bajo la mesa con el PRI de Enrique Peña Nieto, “negociación” de liderazgo y candidaturas y la permanencia de sus dirigentes al margen del mínimo proceso democrático.
CONECTAR CON LA GENTE, EL DESAFÍO
La historia se repite. La oposición no se encuentra a sí mism y sus líderes se niegan a reconocer sus fallas y errores. Seguramente habrá cambios cosméticos, como los que ya se habla en el PRI, de modificar siglas, colores y hasta el nombre, pero la esencia de deslealtad con sus militantes seguirá intacta mientras no lleguen los líderes con otras convicciones, principios y moral.
En el blanquiazul Marko Cortés, fiel a su estilo, quiere un reemplazo a modo en la dirigencia nacional y que el partido siga siendo una ínsula de poder personal, No lo dejarán, pero los cambios de fondo deben ir al replanteamiento de la propuesta ideológica y programática, de la que el liderazgo panista se alejó y llevó a sus militantes a perder identidad y mística.
Dejaron pasar seis años sin que atinaran a entender a su principal contrincante y llegado el momento de la elección federal se toparon con que no solo no tenían discurso, ni propuesta, sino tampoco un perfil competitivo de candidato. La derrota era inminente, solo ellos se negaban a aceptarlo.
Hablar de la oposición política en la actualidad significa confrontación, no propuesta; critica, no análisis objetivo; odio, no unidad; lejanía de las convicciones y demandas genuinas de la gente. Los tiempos que vivimos requieren partidos y liderazgos que entiendan al México actual y que respondan a lo más sencillo: a las demandas, sentimientos e identidad de la gente.