Para conocer la esencia de un lugar se necesita recorrer su historia, desentrañar sus raíces y una de las mejores formas de hacerlo es adentrarse a su cocina, su gastronomía y su historia.
En Tlaxcala, conviven pasado y presente, desde su tradición culinaria, sus edificios hasta sus artistas se puede descubrir su identidad y su rostro único.
Tlaxcala, lugar de tortillas, basa gran parte de su cultura alimentaria en el sistema de milpa, donde alrededor del maíz se genera todo un cosmos alimenticio, que incluye: el chile, frijoles, calabaza, quelites y otras semillas generadoras de vida.
Cabe recordar que por la importancia que tiene la cultura alimentaria, el Complejo Cultural Los Pinos se trabaja en la creación del Cencalli, la Casa del Maíz y la Cultura Alimentaria, que será un museo vivo.
Por ello, en reconocimiento de que los habitantes de Ixtenco, Tlaxcala, son productores tradicionales, y protectores de esa herencia, han sido invitados a participar en el proyecto.
Ejemplos de la riqueza gastronómica originaria del estado, son el atole agrio, guisados con gusanos de maguey y, o, con escamoles, mixiotes de carnero, de pato, de conejo o de escamoles, pollo Tocatlán y una gran variedad de moles.
Además de su comida, Tlaxcala ofrece otros atractivos, desde magníficos murales y preciosos recintos históricos, hasta zonas arqueológicas, templos históricos y museos excepcionales: la herencia del estado no deja de sorprender.
Su riqueza histórica, cultural y artesanal es muy vasta. Para descubrir el alma tlaxcalteca, hay que recorrer sus calles, sus poblados y ver de cerca a su gente, dice la maestra Citlalli Xochitiotzin Ortega, poeta, narradora y promotora cultural del estado.
“La gente que viene ve una ciudad pequeñita; los murales, los museos, todo pequeñito, pero detrás de cada museo y de esas calles hay todo un tejido muy fino de interrelaciones culturales muy importantes para la identidad mexicana”, explicó.