Oscar Sánchez Márquez
A principios de agosto el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, se refirió a la “crisis generacional” que supone el que millones de niños de todo el mundo hayan visto afectada su educación derivado de la pandemia de Covid-19.
Con información metodológica y datos actualizados, se revela que el problema en realidad es de dimensiones históricas.
Esta semana la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef, dio a conocer que alrededor de 137 millones de niños y niñas de todo el mundo están sin recibir educación presencial.
A raíz de la obligada contingencia por la expansión del coronavirus, en julio pasado las escuelas cerraron en más de 160 países y afectaron a más de mil millones de estudiantes.
Se estima que al menos 40 millones de estudiantes se han perdido la educación en su nivel preescolar, es decir, vieron truncado su acceso al nivel básico escolar.
El tema de la educación y de manera muy en particular la importancia de la educación presencial supone una de las principales preocupaciones de gobiernos y padre de familia.
A pesar de que la mayoría de los gobiernos habilitaron sistemas de enseñanza en línea, como es el caso de México, la realidad es que esa medida genera más dudas que alientos.
Con la información que ha generado la Unicef, se tiene la certeza, lamentablemente, de que una de las mayores afectaciones por la pandemia de coronavirus será sin duda la educación, con los efectos económicos, sociales, culturales y generacionales que conlleva.
La crisis generacional de la que hablaba en agosto pasado António Guterres plantea, sí, nuevos desafíos, pero sobre todo evidencia la necesidad de atender muchas de las debilidades que, como gobierno y sistema, en este caso educativo, han quedado al descubierto a nivel global.
Situaciones como desigualdad social, clasismo y modelos educativos deben ser corregidos antes de que la crisis generacional derive en mayores riesgos de crisis sociales y culturales insuperables en muchas naciones.
El informe de la agencia para la educación de las Naciones Unidas señala, por ejemplo, que las niñas y niños de América Latina y el Caribe han perdido cuatro veces más de días escolares que los del resto del mundo.
Solo 1 de cada 2 niños, niñas y adolescentes de escuelas públicas tienen acceso a educación a distancia de calidad en el hogar, en comparación con 3 de cada 4 niños de escuelas privadas. Es aquí en donde se observa con toda claridad el tema de desigualdad social y su pernicioso efecto en los sistemas educativos de las naciones de la región.
Otro dato que revela la gravedad de la crisis educativa derivado de Covid 19 lo constituye el que más de 3 millones de niños, niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe nunca regresen a la escuela.
El cierre de escuelas podría costarle a la región hasta 1.2 billones de dólares en los ingresos eventuales de por vida de los niños que ahora se ven privados del aprendizaje formal.
La falta de acceso a la tecnología y a internet, como ocurre en muchas regiones de México, principalmente de los estados de Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Veracruz y Puebla, hará imposible que miles de niñas y niños sigan aprendiendo desde casa, ello sin considerar que, en el caso de nuestro país, el sistema de educación a distancia es muy endeble.
De este tema seguiremos hablando, por el impacto que representa para la sociedad, y por la importancia de que las organizaciones de la sociedad civil, la iniciativa privada y los esfuerzos individuales, principalmente, generen iniciativas que busquen revertir todos estos efectos.
Sólo para cerrar hoy el tema y como preámbulo a nuevos comentarios, el coronavirus y la cancelación de la educación presencial en la mayoría de los países del mundo, esta generando otro problema igual de grave, la violencia física y el abuso sexual infantil en casa.
El Informe de Unicef advierte que la niñez ha quedado expuesta a trabajo infantil, trata, embarazo en la adolescencia, explotación y abuso sexual, matrimonio infantil y violencia.
En síntesis, en estos ya casi 8 meses de pandemia se han generado una serie de circunstancias que restan certeza al futuro de niños y jóvenes.