Por Óscar Sánchez Márquez
En unas horas se desarrollarán las votaciones en el Estado de México, una plaza electoral de 12 millones 271 mil 679 potenciales electores, comicios que por su magnitud y ubicación geográfica y tiempo político representa un termómetro para los comicios presidenciales del 2024.
Lo que suceda en las urnas el domingo próximo, sin duda, marcará el ánimo preelectoral y representará un indicio de lo que pueda suceder el próximo año.
Analistas del acontecer nacional opinan que se trata de procesos electorales que en nada tienen que ver uno con el otro, que los comicios en el Edomex es un contexto eminentemente local, sin repercusiones en lo nacional. Otros, por su parte, consideran que las votaciones mexiquenses son la antesala de la madre de todas las batallas electorales y que lo que ahí suceda, marcará la ruta.
En este espacio estamos seguros de que el Edomex es una especie de tomografía electoral.
Muestra al paciente en su condición más fiel de cara a la realidad, identifica el o los males, establece posibles orígenes de éstos y define posibles acciones de atención, en caso de que aún esté a tiempo la atención profesional.
Sin embargo, esa tomografía no miente, puede provocar respuestas tajantes y radicales por parte del paciente y su entorno, pero no cambia lo que hay, y lo que descubre esa tomografía puede ser mortal o atendible.
El PRI en el Estado de México se coloca frente a lo que podría ser su última votación como partido en el poder, después de casi 87 años de poderío o dominio hegemónico que dieron paso a políticos de renombre, grupos políticos que influyeron en gran medida en lo local y nacional y de leyendas que hablan de un poder heredado y fortalecido, hasta ahora.
Isidro Fabela, Alfredo del Mazo, el de la generación de 1946, el poderoso grupo Atlacomulco, la icónica plaza de Santiago Tianguistenco, cuna del profesor Carlos Hank González y su poderosa e influyente familia; las nuevas generaciones de políticos, desde los Beteta, Pichardo Pagaza, Chuayfett, los Montiel, los Peña Nieto, hasta las más jóvenes generaciones de los Del Mazo, cuyo representante actual, Alfredo, es el Gobernador que quizá sea el último mandatario local priísta de toda esa estirpe.
La tomografía más reciente indica que la clase política dominante en la entidad. el priísmo de la entidad y sus entornos, que incluye políticos, fortunas, negocios, intereses, mafias y corrientes incrustadas en diversas áreas estrategias del poder local, como lo son los ámbitos Judicial, Legislativo y Ejecutivo, de manera consciente o inconsciente, entregaron la plaza.
A Alejandra Del Moral, la candidata representante de la hasta ahora clase política dominante, no solo la dejaron sola, sino que la entregaron a sus adversarios de una manera despiadada, cruel, vergonzante que, paradójicamente, retrata a esa familia.
Justo cuando ella incorporaba en su narrativa el repunte y el rebase frente a Delfina, llega la denuncia de desvíos de recursos en los que se le involucra, lo que la obligó literalmente a ausentarse de sus últimos días de campaña, entrevistas de medios y cierres electorales. La información, por cierto, llegó vía el periódico El País, de España.
Ha trascendido que hubo poderosos políticos, ex líderes del PRI, excandidatos presidenciales, gobernadores y exgobernadores, empresarios, consultores políticos buscando un repunte en las preferencias electorales de Del Moral, lo que los llevó a hacer de todo, lo de siempre, desde destinar recursos, que quizá se quedaron en el camino, como siempre, o de ofrecer favores con un alto costo posterior que nadie quiso asumir.
Pero hubo otras mentes y otras manos que remaron en contra. Los hombres de la política y los negocios, los de siempre, que movieron sus piezas más importantes, las públicas y las subterráneas, que sabían operar con magistral habilidad, ante quienes finalmente se impusieron otros criterios, los que determinaron que Del Moral no iba a crecer nunca y que el Edomex ya estaba destinado como plaza política-electoral, no a Delfina Gómez, la candidata de Morena, sino al Presidente López Obrador, el principal interesado en tener una fotografía de final feliz en esa contienda.
Todavía hace dos meses un consultor de comunicación ligado a la campaña de Del Moral decía que la narrativa no debería tocar al presidente López Obrador, “no tocarlo ni con el pétalo de una declaración”.
Eso evidenciaba que a Del Moral, los suyos, su equipo, no solo le ataban las manos, sino le cerraban la boca, en momentos en donde se requería ver y escuchar a una mujer empoderada, firme, contundente, con hambre de poder y propuesta real del cambio generacional que los mexiquenses anhelan desde hace muchos años. Nada de eso llegó.
El PRI de la generación actual, es claro, entregó la plaza del Estado de México. La pregunta ya no es cómo, porque es evidente, sino por qué. Muchos apuntan a que el trasfondo es lo de siempre: negociación para evitar cárcel, destierros definitivos o quizá a cambio de no tocar las fortunas y los negocios de las Familias que durante 87 años controlaron y han vivido del Estado de México.