El voto ineludible y la marcha de los cretinos – Opinión

Por Ingrid Tapia

Hay una paradoja que no podemos ignorar: si el proceso electoral es limpio, hay que votar. Pero si no lo es… con mayor razón debemos votar. Esta paradoja cívica recuerda que la única conducta que fortalece el abuso es la indiferencia.

En una democracia sana, el voto es mandato y afirmación. Pero cuando la democracia exhibe síntomas de enfermedad, votar es también protesta, vigilancia y memoria activa. No existe el robo de un voto que nunca fue emitido. En procesos capturados, cada voto honesto desmiente la narrativa oficial y erosiona la fachada del fraude. Por eso votar y postularse son actos de resistencia y oposición que, dicho sea de paso, debieron encabezar los jueces de carrera y académicos, no solo los postulantes.

Pensar que abstenerse castiga al sistema es ingenuo: ningún poder tiembla ante el silencio, y menos en una elección cuya validez no depende de la participación. Es tan ingenuo como marchar contra la desaparición de un organismo autónomo  –como el INE– sin haber advertido que su captura sería igual o peor que su extinción.

La invitación a la abstención solo puede brotar de la ignorancia o de la dolosa intención de servir de comparsa a las estructuras electorales capturadas por partidos y gobierno, que deshonran la democracia al violar la prohibición legal de su involucramiento.

Afirmar que votar implica convalidar la reforma judicial es un desatino todavía mayor porque esa reforma -pésimamente diseñada– no está a consulta: fue impulsada desde 2022, aprobada por el Congreso y convalidada por la propia Suprema Corte con el voto decisivo de uno de los dos jueces de carrera y el resto que jamás defendieron a los trabajadores del Poder Judicial.

Lo que sí está a votación es elegir, el 1º de junio, a quienes habrán de resolver los asuntos más graves de nuestras vidas: la libertad, la propiedad, la custodia de nuestros hijos… no solo ante la afrenta de otro particular, sino frente a los abusos del propio Estado y de sus gobiernos. Pensar que nunca necesitaremos acudir a un tribunal o que los gobiernos no agreden a sus ciudadanos es un error mayúsculo pues al menos el 81% de los mexicanos, en algún momento, habremos de demandar o ser demandados, acusar o ser acusados.

El voto ineludible y la marcha de los cretinos – Opinión

Hay otros que fantasean con la idea de que al no votar están defendiendo a los actuales jueces sin reparar en que ellas y ellos colaboraron, por acción y omisión, en la insumisión del Estado mexicano frente a la Corte Interamericana, inaugurando una era de rampante “constitucionalismo inconvencional”.

Tampoco es sensato decir que la elección es irrelevante porque la presidenta desea colocar juzgadores afines a su proyecto. Eso ocurre en todos los sistemas presidencialistas. Desde hace más de doscientos años, en Estados Unidos y en la mayoría de las repúblicas de América Latina, la nominación judicial corresponde al presidente y en ello no hay nada de ilegal o ilegítimo. El modelo constitucional que atribuye la postulación al Ejecutivo sirve para garantizar esa influencia.

Este 1º de junio, no elegir no es opción. No votar no es democrático. Hoy están en juego, con dramática literalidad, la libertad, la propiedad y el resto de derechos fundamentales; y nuestra respetuosa sugerencia es salir a defender la función judicial con todos los medios a nuestro alcance, así sea solamente votando. En palabras del notable Juez Guido Calabresi: “El verdadero peligro no está en las malas decisiones, sino en fingir que no decidir es neutral.” “Un sistema legal no puede funcionar si las personas que gobierna no creen que les pertenece” y, solo por ello, votar es la afirmación de esa pertenencia.

Para los que promueven la abstención con el arrojo que obsequia la ignorancia, aplica al dedillo la sentencia del famoso abogado y ensayista Georges Bernanos que reza: “ lo peligroso de los cretinos no es que florezcan, sino que se organicen” y triste futuro nos espera de seguir los pasos de quienes son cómplices por abstención.

 

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