Por Oscar Sánchez Márquez
La historia, el tiempo y la política nos muestran siempre de manera clara que lo que mal empieza, mal termina.
El juego de la sucesión presidencial del 2024, inédito en cuanto a que será la transición de un gobierno autodefinido de izquierda y caracterizado por un poder presidencial centralizado como hace mucho no se registraba, comenzó ya por un camino empedrado de trampas, ilegalidades y guerra sucia.
La sucesión presidencial en México es, en realidad, la disputa por el poder, el máximo poder del país. Lo que está en juego no solo es la titularidad de Ejecutivo Federal o la representación de los Poderes de la Unión, sino que va más allá: Es el poder estar en la Silla del poder; cuasi una silla imperial, portar la Banda Presidencial que brinda omnipresencia y omnipotencia, asumir todos los poderes del poder.
Por esta razón de fondo, la sucesión siempre se traduce en una lucha encarnizada, donde lo legal es superficial, es epidérmico, pero que en lo real se da por debajo de la mesa: traiciones, doble juego, hipocresías, deslealtades, y sobre todo, muestra a los aspirantes en su estado natural de ambición la cual llega, en algunos casos, al paroxismo por ser y figurar en lo personal, no tanto por trascender en su obra.
El camino de la sucesión está lleno de arrepentidos porque al desvelarse el verdadero rostro del ungido, del elegido, ha sobrevenido o la decepción o la frustración. La lucha por el poder encuentra en la sucesión el nudo gordiano; es el punto en el que todo se tuerce.
El juego sucio de la sucesión – Opinión
Hay casos que registra la historia para demostrarnos como el ejercicio del poder, del poder presidencial y de la lucha por el poder presidencial es un proceso que, aunque se quiera evitar, pesa más el qué que el cómo: no importa nada, más que elegir al consentido o al abyecto, al disciplinado o al sumiso, al gris o al manipulable. Esa fórmula, sin embargo, no es infalible.
Ahí están los casos de Gustavo Díaz Ordaz, que buscó retirarle la candidatura a Luis Echeverría Álvarez; de José López Portillo cuyos excesos y frivolidad lo convirtieron pronto en un presidente impresentable; o el de Carlos Salinas que alimentó la insidia en contra de Luis Donaldo Colosio hasta que lo eliminaron por la vía violenta: Vicente Fox hizo lo imposible para obstruir el ascenso de Felipe Calderón Hinojosa. En fechas más recientes se llegó a hablar de un posible retiro de José Antonio Meade, por el escaso resultado como candidato, pero era ya demasiado tarde.
Esa lucha encarnizada, del poder por el poder, al costo que sea, caiga quien caiga, arrastre a quien arrastre, incluso por encima de la ley y de las instituciones, se ha reeditado nuevamente.
Cuando Carlos Salinas dirigió su dedo índice para señalar a Luis Donald Colosio como su candidato, muy por encima de los procesos democráticos, no solo selló la suerte del sonorense, sino que envileció el proceso porque desató a la jauría.
Hoy, en otros escenarios y circunstancias, López Obrador ya dijo quién es su favorita para la sucesión, Claudia Sheinbaum. Nombró a otros que aspiran y suspiran y excluyó a alguno más, al más puro estilo autoritario.
El juego sucio de la sucesión – Opinión
En el acarreo preelectoral del fin de semana en el Estado de México no se invitó, ni por equivocación, a Ricardo Monreal Ávila, presidente de la Junta de coordinación Política del Senado, a pesar de que se trató de un evento de unidad partidista y momento clave para cerrar filas en torno a la sucesión del 2024.
Mal por donde se quiera ver. Por un tema de fondo que, sin duda, al pretender fallidamente disfrazar un evento como lo que no fue; mal por la forma, el acarreo, la compra de conciencias con baratijas preelectorales -gorras, playeras al por mayor- y, lo más preocupante, un abierto desdén a la legislación electoral.
Se quiso dar por muerto a Ricardo Monreal, pero no lo lograron. El zacatecano les recordó sus obligaciones como militantes de un partido político frente a la ley y de paso les recordó que él será candidato presidencial.
Esto último es lo que más preocupa en el primer círculo presidencial, porque el problema que observan frente a si ya no es si Monreal irá o no por Morena como candidato presidencial, sino que el senador irá incluso por fuera, sin que haya la mínima posibilidad de contenerlo o controlarlo.
Por eso quieren disminuir la influencia y la presencia política del Zacatecano porque saben que si hoy no logran frenarlo totalmente, como ya se observa que no podrán, menos harán nada cuando sea candidato o se mida en las urnas con la o con el candidato de López Obrador.
Eso es lo que quiere evitar el presidente, que haya un candidato con manejo y conocimiento político que opaque e incluso derrote a su candidato o candidata, eso sale de la ecuación del presidente en su plan por mantener el control presidencial más allá del 2024.