Es cruel, es doliente, una mera referencia, pero es realidad.
Hoy, en cada hogar de los mexicanos, en la tradicional ofrenda de Día de Muertos hay más veladoras encendidas que nunca antes, hay más imágenes de seres queridos que apenas ayer, la semana pasada y sobre después de marzo aún estaban entre nosotros.
Nunca nadie pudo imaginar ni predecir el incesante y cruento recuento de cada familiar que ahora partió de manera irremediable como consecuencia de la pandemia de Covid-19. Hoy los altares a los muertos en cada uno de nuestros hogares es más grande como nunca antes.
Estos días de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos son un hito en la historia porque ninguno de nosotros, sea como sea, tiene ese ánimo para burlarse de la muerte con “calaveritas” socarronas y disfraces hoy el riesgo de perder a un familiar, a un ser querido, amigo, o vecino está más latente que nunca por este mortal virus
Esta vez en la intimidad del cada hogar, en el seno de una familia es cómo podemos honrar a “quienes se nos adelantaron” en este inexorable camino sin retorno y es que en un golpe a nuestras ancestrales tradiciones los panteones o cementerios lucirán deslucidos en una paradoja que resulta complejo de entender.
En cada tumba no habrá rezos, ni agasajos para quienes nos visitan en estos días, ni bailes porque no hay música, no hay mariachis, vamos ni siquiera flores de cempasúchil que tapizan las lápidas y floreros, es más ni la tradicional y ancestral velada de las luces en nuestro querido Mixquic.
Y como si eso no fuera suficiente para los dolientes deudos ya se cierne sobre nuestra fe y religiosidad el riesgo de que no haya misas ni peregrinaciones a la Basílica de Guadalupe los días 11 y 12 de diciembre próximos para no contagiar ni ser contagiados.
A decir verdad el Día de Muertos comenzó el pasado 19 de marzo cuando se registró la primera víctima de Covid-19 en México y es que a partir de ese trágico momento día tras día se contabilizan uno a uno el número de víctimas fatales sin que hasta ahora aún pueda considerarse que la pandemia está siquiera domada.
Mientras no haya una vacuna de por medio contra este virus y persista el inminente riesgo de un rebrote como ya pasó en algunos países de Europa y que no se mantenga el uso de cubrebocas, lavado frecuente de manos y sana distancia como desde hace siete meses y días diario será Día de Muertos no nada más en México, sino en todo el orbe.
En espera de que pronto se supere este trago amargo de no visitar a nuestros difuntos en todo este contexto adverso, lo más importante es que no se pierdan nuestra ancestral tradición de honrar a nuestros seres queridos para que como hasta ahora descansen en paz, a sabiendas de que se les extraña y se les quiere por encima de cualquier adversidad porque los muertos siguen vivos entre nosotros.