AMLO: Se le acabó el pasado – Opinión

AMLO: Se le acabó el pasado - Opinión

Por Oscar Sánchez Márquez

En forma alarmante se observa  un acelerado deterioro del debate público.

Aunque con  decepción se daba por hecho que la polarización de la sociedad mexicana se había acrecentado en este sexenio, el de la 4T, observadores, analistas y personajes de la vida pública se muestran muy preocupados porque ese nivel de confrontación en el debate público alcanza niveles cercanos a la alarma.

¿Qué es lo que se observa en este cambio de comportamiento en el análisis y discusión de la situación del país?

Se soslaya la discusión de fondo y prospectiva de los grandes temas del país: crecimiento de la pobreza y pobreza extrema; incremento de la inseguridad a nivel nacional; el crecimiento de las organizaciones del crimen organizado en mayor número de regiones a nivel nacional; aumento del desempleo formal; mayor deterioro del sector agropecuario y la desarticulación del sistema de salud pública.

Algunos datos relevantes. En un estudio reciente, el CIDE revela que el Cartel Jalisco Nueva Generación esta presente en la mayoría de los Estados de la República; entre  el 2018 y el 2020, el número de pobres en tierra azteca incremento en  3.4 millones de personas y pasó de  51.9 millones a 55.3 millones de personas en ese rango; el número de homicidios dolosos supera los 112 mil en los últimos tres años.

La agenda pública es dominada por la coyuntura  y ello da paso a la ocurrencia en sustitución de la planeación estratégica.

Para  el Gobierno de México la confrontación con los periodistas domina gran parte de la narrativa institucional; la toma de decisiones y declaraciones desde la Presidencia da la República para lastimar, en el mejor de los casos, las relaciones diplomáticas con los gobiernos de Panamá, Austria y España, en menos de un mes, resulta altamente preocupante.

A los ojos de no pocas personas, en todos los ámbitos, la situación que se vive en el país  se acerca a niveles de paranoia.

No hay propuesta pero si hay encono; no hay respuestas ante problemas graves, como insuficiencia de medicinas o falta de atención en centros de salud; pero si persecución y descalificación; no hay diálogo fructífero pero sí abandono del diálogo nacional para afrontar los graves problemas internos y externos;  no hay reflexión, sino imposición, incluso al nivel del paroxismo, como se pudo observar en los casos de la casa del hijo del presidente o la pausa en las relaciones diplomáticas con España.

En la campaña por la presidencia de la República el candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, logró despertar en la sociedad la toma de conciencia frente a la corrupción exacerbada desde el miso gobierno y los poderes Judicial y Legislativos, a nivel federal, estatal y municipal.

 

La sociedad mexicana asumía, quizá ese ha sido el gran error de la propia población que se asume como defraudada con la promesa del cambio, que la limpia vendría acompañada de la reconstrucción del contrato social Estado-Sociedad.

Pero eso no ocurrió. A todo ello sólo ha prevalecido la diatriba, las bravuconadas, la ocurrencia, el soslayar la tragedia nacional, la omisión a un grado criminal.

 Esta actitud es mayor de parte de quienes ostentan la representación del gobierno Federal, por que son quienes fueron electos para ofrecer respuestas, pero también de muchos actores públicos, como los lideres partidistas, empresarios y miles de ciudadanos, incluso, que no han estado, no hemos estado, al nivel que se requiere en estos momentos  críticos.

Al hoy presidente de la República se le acabó el pasado.

El echarle la culpa al pasado de todos los males del país y que aquejan a la gran mayoría de la población, ya no le alcanza al presidente, Ya no convence, desespera. De ahí que  el discurso sea hoy más virulento, más obsesivo.

Los argumentos de que la tragedia nacional que nos aqueja es culpa de “los que se sentían dueños de México”, los que “hicieron jugosos negocios al amparo de México”, los “conservadores”, “la derecha”, los empresarios corruptos de sexenios pasados y los políticos corruptos que heredó “el neoliberalismo”, fue  motivo del cambio, pero hoy es retórica. Era el principio y no lo único.

A un mayor número de mexicanos ya no les dice nada el que la narrativa institucional sea monotemática, el combate a la corrupción, porque hay muchos otros frentes abiertos en donde el ciudadano de a pie ansía respuestas, principalmente en materia de seguridad, salud y empleo.

A López Obrador se le agota el recurso de atribuirle el origen y destino de todos los males a lo hecho en el pasado. Solo le sirve a él ese debate, por eso su reiteración, pero la sociedad ya piensa en lo que viene, porque la 4T se quedó con el pasado, y no logró domarlo, por el contrario.

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