Por Óscar Sánchez Márquez
No fue necesario que pasara mucho tiempo para que el presidente Andrés Manuel López Obrador recibiera una respuesta a su desaire diplomático ante la cumbre de las Américas organizada por Estados Unidos.
Fue el propio presidente Joe Biden quien respondió, el mismo miércoles, a la postura del gobierno de México. Una respuesta tajante, y, sobre todo, claridosa respecto a lo que será la relación binacional México-Estados Unidos, luego de la decisión personal de López Obrador de no acudir a la Cumbre de naciones de América que concluyó este viernes.
El mensaje de Biden, dicho a todo el mundo, pero sin duda dirigido en especial a las naciones excluidas y autoexcluidas, como México, es uno solo.
Estados Unidos -quiérase o no la nación más poderosa del mundo- no hará alianzas con naciones y representantes de naciones que socaven la democracia o alienten un espíritu contrario a los valores de libertad, justicia e independencia que son inherentes a toda democracia.
AMLO, el desaire a EU – Opinión
Mensaje, sin duda, dirigido claramente a México, Cuba, Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador, cuyos presidentes dejaron plantado al anfitrión Joe Biden.
En su discurso inaugural de la cumbre, la primera que se realiza en EU desde 1994 -en esta ocasión la sede fue en la Ciudad de Los Ángeles, California- Biden centró sus palabras en plantear los beneficios comunes cuando se trabaja en entornos democráticos y, por el contrario, los efectos de cuando se alienta la tiranía.
Dijo el presidente norteamericano:
“Mientras nos encontramos de nuevo hoy en momentos en que la democracia está bajo ataque alrededor del mundo, unámonos y renovemos nuestra convicción de que la democracia no sólo es un sello distintivo de nuestra región, sino el ingrediente esencial para el futuro de América”
En otra parte de su mensaje Joe Biden subrayó:
La democracia es un distintivo de nuestra región, nuestra propia carta democrática interamericana, emanada de la Tercera Cumbre de las Américas, engloba nuestro singular compromiso con la democracia como región.
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Afirma el derecho de los pueblos de toda América a la democracia y nuestra obligación como gobiernos de defender y de promover la democracia.”
Muchos se preguntan por qué el presidente norteamericano dedicó gran parte de su discurso central en la ceremonia inaugural de la cumbre a subrayar el imperativo democrático para América en especial, y a lanzar veladas amenazas de que EU hará lo que tenga que hacer para que la democracia y toda su esencia no sea vulnerada, ni limitada, mucho menos maquillada, disfrazada o transformada.
Para muchos analistas del acontecer internacional y en particular de la relación México-EU, lo que Biden le dijo a López Obrador, el ausente, es que las naciones antidemocráticas no serán solapadas ni permitidas. Si López Obrador insiste en ser el redentor de Cuba, Nicaragua o Venezuela, no será apoyado, por el contrario.
Pero resulta que de cara a los Estados Unidos y en general de toda la comunidad internacional, México, por medio de su presidente López Obrador, se ha auto erigido en el defensor de oficio de naciones con un perfil antidemocrático, contrario a las libertades y principios de justicia y autonomía, como lo son Nicaragua, Venezuela y Cuba, principalmente.
Lo dicho por el mandatario norteamericano, tal parece, coloca en el mismo costal antidemocrático a esos países y a sus presidentes, junto con López Obrador, su defensor de oficio o, más bien, oficioso.
Lo deseable, en todo caso es que sea una llamada a tiempo, es decir que México recapacite sobre la trascendencia en construir una relación fructífera basada en el diálogo y respeto mutuos, y tenga presentes las implicaciones económicas, políticas, sociales y culturales que significa mantener una estrategia de desplantes y berrinches ideológicos frente al país que es nuestro principal socio comercial, vecino y respaldo de la economía nacional.
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